Imágenes

juanmoyano2.jpg

Contador de visitas

mod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_counter
mod_vvisit_counterHoy95
mod_vvisit_counterAyer63
mod_vvisit_counterEsta semana237
mod_vvisit_counterSemana anterior339
mod_vvisit_counterEste mes1151
mod_vvisit_counterMes anterior1330
mod_vvisit_counterTotal1027226

Visitantes en línea: 1
25-04-2024

Busca en mi página


Designed by:
SiteGround web hosting Joomla Templates
Toros en Gaucín PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Sábado, 26 de Abril de 2008 18:16


Si el toro es interesante, más lo es la geografía humana que lo envuelve. Por ello, con independencia de la información gráfica sobre el toro y sus carreras por algunas de la calles de Gaucín, y que otras páginas que se interesan por nuestras cosas recogen (por ejemplo, la mayoría de las fotografías que hice al toro se las facilité a Gaucín.tv), me voy a detener en otros aspectos de nuestro festejo.

 

EN LA VISPERA

Recuerdo que, en tiempos pasados, el toro venía con más silencios que los actuales. Éramos convocados a la Misa de Gloria por las carrascas que hacían escuchar los monaguillos en aquellos espacios y horas de recogimiento. Sólo las campanas al vuelo, una vez que se cantaba el Gloria, nos anunciaban la próxima estampida del toro, cuyo cajón esperaba en la puerta de la Iglesia la salida alborozada de los fieles, que eran casi la totalidad de los habitantes del pueblo.

En estos tiempos, el toro se hace presente dias antes de sus correrías por las calles del pueblo. Para muchos, es obligado desplazarse a los pueblos blancos gaditanos, donde, no sólo el Alcalde, sino su séquito de aficionados, enterados en la materia y simples vecinos, son los encargados de comprar la res más brava y de mejor presencia. En mis tiempos mozos, recuerdo haber formado parte de esta comitiva –menos numerosa que la actual- y cómo, después de reconocer a las distintas reses de la ganadería, comíamos y bebíamos antes de volver alborozados al pueblo, donde explicábamos a los que no habían ido las peculiaridades del ganado.

De todas formas, para aquellos que no vivimos en el pueblo, estos prolegómenos no se nos permiten y, al llegar al pueblo ya entrada la Semana Santa, sólo nos beneficiamos de los Oficios del Jueves y Viernes, sin perjuicio de aprovecharnos de alguna comida con amigos y familiares. Para recordarlo, y aunque nunca suelo salir en mis trabajos, esta vez me he permitido la ligereza de iniciar este con una fotografía de Pilar y mía, y otra de recuerdo a los anfitriones, Ani y Pepe, de una ya tradicional y espléndida chocolatada –acompañada de riquísimas torrijas y magdalenas- que se repite todos los Sábados Santos.

Otra novedad de estos tiempos, son los desplazamientos para recoger los toros, que luego llegan en la noche del sábado en su camión, acompañados, calculo, por más de cien vehículos, llenos de mayores, jóvenes y niños, con banderas y gallardetes, y un ensordecedor ruido de bocinas y voces enardecidas.

 

EL GAUCIN DE ANTAÑO

De todas formas, una ventaja adicional que tiene nuestra fiesta es la necesidad de retirar toda clase de vehículos de nuestras calles.

Y es una alegría, salir de tu casa por la mañana y, después de vislumbrar a lo lejos el Peñón de Gibraltar (aunque sea tras las feas antenas de nuestros días), ver cómo las calles están tan solitarias como en nuestra niñez, si bien es verdad que asfaltadas y sin los bosques de piedras y hierbecillas que las adornaban.

Pero todavía te quedan las chimeneas,

 

 

las azoteas con sus blancas ropas

 

 

Y los hombres que esperan en el Puerto del Pan a que empiece el festejo

 

 

EL PRIMER TORO

Pero, no nos entretengamos que nos pilla el primer toro, el de la mañana.

Sin embargo, en la esquina de Matías, García, el gitano, espera mientras fuma en su balcón, solitario y meditabundo, sin mas prisas que las necesarias.


Mientras, las calles y sus embarrás se llenan de mozos y mozas, al tiempo que los mas tranquilos y los mayores, se asoman a balcones, terrazas y azoteas, que aparecen a rebosar.

Pero llega el morlaco y se arma la revolución, hasta el punto de que, después de bufar, mirar y remirar a los que se encuentra en el rellano del Pajuelo, se abalanza hacia los mirones, que saltan despavoridos por encima de la baranda y, en último termino, los embiste y arrincona, cornea los barrotes, los arranca y cae con todos los aficionados a la cuesta que baja a la plaza. Igual que si saltara al callejón y subiera las gradas de una plaza de postín.

Ya pasó todo, y el “¡que miró!” queda aparcado para la tarde, mientras las peñas, las parejas o los despistados solitarios van en busca del descanso.

 

UN ASUETO

Con el Hacho por montera, la gente se da una vuelta por la Plaza de la Fuente, que ha sido remodelada recientemente y en donde se ubican nuevos establecimientos hosteleros.

Zagalas con el guapo subido,

 

 

mozos en busca de pareja,

 

 

cuadrillas en animada charla,

 

 

forasteros que nos visitan

 

y la fuente milenaria por testigo

 

 

 

POR LA TARDE

Ya la gente, incluido Miguel, está más tranquila, como echando la siesta en las esquinas.

 

 

A la espera de una nueva entrega de carreras y sustos

 

Y el nuevo toro, también despitonado, pero esta vez claro, corre tras los mozos de la cuerda, seguido durante el recorrido oficial por los menos arriesgados, a la vez que hace subir a las ventanas, portalones y balconadas a los que han aguantado hasta última hora.

Ronronea el morlaco, con querencia por la Tenería, su vuelve y revuelve, empitona a más de uno, entre sustos, algarabía y suspiros, intenta llevarse por delante la cabina de teléfonos, hasta que se cansa y regresa por la calle del Convento a su chiquero móvil, para ser sacrificado.

Todo ha terminado. Los mozos, después de una jornada, precisamente de ocho horas como si de una laboral se tratara, dejan la adrenalina por las esquinas, marchan nostálgicos de lo que pudo ser y no fue, incluso de lo que realmente han vivido en el duro asfalto -donde el toro ha ido dejando sus huellas de sangre- corriendo delante, junto y, las más de las veces, detrás del bicho.

Ahora irán a los lugares de su procedencia, alardeando de su arrojo ante el cornúpeta que los ha encajonado en los huecos de la rejería decimonónica, mentirán como bellacos o como simples “cazaores” exponiendo sus peripecias, las piezas cazadas y cuanto su imaginación dé de sí.

 

Y mi pueblo

se queda triste, triste y lloroso,

como un Fonseca sin lluvia,

mientras marcea un sanfermín

.

Pobre de él, pobre de mí

ya se acabó la fiesta

de mi Gaucín.