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Unos días de noviembre PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Martes, 10 de Noviembre de 2009 18:51




Ha tenido que llegar la fiesta de los Santos y los Difuntos para poder volver a mi Gaucín. Esto es bueno, pues por lo menos cuatro veces sería conveniente volver a rememorar recuerdos, alegrar la vista con la contemplación de las calles, las flores, los rincones entrañables y cambiar alguna que otra palabra con los viejos, y no tan viejos, amigos. Sería reconfortante visitar nuestro pueblo, al menos, en Navidad, Semana Santa, el Santo Niño y en estas fechas.
 
 

Este año tenía un estímulo añadido pues era la primera vez que podríamos visitar a mis padres, después de reunidos en el Cementerio de su pueblo. Como colofón al pequeño poema (“Reunidos en vuestra tierra”) que subí a esta página el 29 de octubre, la visita de los cinco hermanos nos resultó especialmente sensible.
 

Por eso, Teodoro (a quien correspondía por el turno de edad) nos reunió en la comida anual, precisamente en Gaucín, lo que redondeaba la conmemoración. Aunque faltaron algunos nietos y biznietos (entre ellos, los míos), nos reunimos veintitantos en el restaurante de El Pilar, de Antonio Vázquez, que nos deleitó con un cocido con tagarninas –acompañando de otras fruslerías- que todavía estoy relamiéndome. Qué nostalgia de algo tan prosaico como la pringá. Pero ¡es algo nuestro!
 

Por hacer algunas anotaciones al álbum de fotos que inserto al final, os diré que Pilar y yo nos fuimos directamente a Sabinillas, donde nos juntamos con el resto de las Valdivias y Teodoro y nos pusimos prietos de buen pescado. ¿Por qué todo tiene que adornarse con una buena comida?
 

Llegamos a Gaucín a media tarde y hacía un fresquillo que hizo que no saliéramos al tapeo consabido. Al día siguiente, sí que estuvimos en la plaza, en casa de Antonia, donde cumplimos con la tradición. Por cierto que me hago otra pregunta ¿porqué la mayoría de los bares de Gaucín cierran en las festividades, cuando se supone que hay más visitantes?
 

Os doy detalle fotográfico de alguno de los viejos amigos a los que encontré estupendamente. Desayune todas las mañanas con mi hermano Pepe, unas veces en Pacopepe y otras en El Puente, del Cojito, en donde coincidí en varias ocasiones con Francis y, el último día, con Juan Real y sus mujeres. Como hay que tener amigos hasta en el Cementerio, hay algunas fotos de ellos, algunos, como Josefina y el Sordo, a los que no veía hace años. Por cierto, que no os tengo que decir lo precioso que está el camposanto. Después de la Misa de difuntos, estuve visitándolo y me encontré y hablé un rato con varios amigos y familiares, como los Godino,  Joaquina Nieto y Manolo el barbero, las hijas de Juan Ortega y Rosalía (Maribel, Yolanda y Manolo, Vitoria Eugenia y Mercedes), Pepín y Manolo Serrano, sus hermanas y maridos, Antonio Pintaeras, el  de Bartolo, y Justina. Y las Calesas –como las llama mi cuñada Salvadora-  Antonia la mujer de Joselín y Teresa,  la de  Jacobo, quien, por cierto, me dijo que cuando iban a casa de Alfonsito Nieto y Angelita Toledano, veían una foto de las hermanas Valdivia y a Pilar, la llamaban “la bonita”. Y sigue siéndolo, con perdón.
 

Un acontecimiento nuevo para mí fue el visitar el nuevo bar que me parece le dicen “Rincón del Zorro”, en donde  saludé a su propietario, Manolo,  y a su madre Sebastiana. También tuve con el Alcalde una agradable conversación, bueno, no tanto, porque el amigo estaba un tanto preocupado con la falta de ingresos municipales. El nuevo establecimiento está muy confortablemente instalado, con gusto y han aprovechado todo el espacio disponible; da la sensación de limpio y está bien atendido, con unas tapas más que aceptables. Es una alegría que existan locales de esta categoría en nuestro pueblo. Enhorabuena.
 

Asimismo tuve ocasión de utilizar los servicios del local de Internet, Micro-Idea, lo que siempre es un placer por lo la agradable acogida y las atenciones que encuentra en él.
 

El pequeño periplo finalizó en Casa Juan, en La Carihuela, con despedida en la heladería de Beni. Qué alegría volver todos los años a los mismos sitios, ya como de la familia...
 

Por último, hacer mención de la gran asistencia de fieles a las Misas del Domingo y de Difuntos, el silencio con que se participa y lo a gusto que se siente uno en el Templo de nuestra Parroquia. Por cierto, me encantó una pieza (“Bist du bei mir” de G.H. Stölzel) con que nos deleitó Brenda, la organista, en el momento de la Comunión. Esta aria del compositor alemán –que algunos atribuyen a J. S. Bach- nos dice, poco más o menos, aquello reconfortante en estas fechas de 

“Si estás conmigo, Señor,  / me iré gustoso / a descansar en mi muerte.

Cuan agradable será  / que tus hermosas manos / cierren mis fieles ojos”. 




Ya lo sabeis, si queréis ver el pequeño reportaje, pinchad en http://picasaweb.google.es/salvadormartindm/UnosDiasDeNoviembre#