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Juan Luís Moyano |
Escrito por administrador |
Sábado, 18 de Agosto de 2007 09:47 |
El año pasado, por estas fechas, tuve el gusto de presentar el libro sobre el Santo Niño Dios de Gaucín, y esta noche de verano me la he pasado en duermevela pensando en Juan Luís Moyano, tan ligado a su edición y presentación. Me parece verlo, con su nervio de siempre, organizando la primera Comida de Hermandad que celebrábamos, yendo de un lado para otro, buscando el pequeño detalle, solventado cualquier problema y atento a todo y a todos.
Es por ello que este año, en que por circunstancias personales no podré asistir a la Comida, lo echo de menos y me parece mentira que no podamos sentirlo entre nosotros. En esta hora desgraciada de su desaparición -¿o es, quizá, gozosa para los bienaventurados?-, es de justicia recordar su amabilidad interminable, su cariño inagotable por todo lo nuestro, su amor permanente a Gaucín y su especial devoción a la Hermanad. Hoy, lo digo con absoluta certeza, perdemos un pieza importante de la Directiva (pues era la sombra y la mano de Rosa y del hijo de ambos, destacados miembros de la misma) y de su Presidente, a quien tan entrañablemente estaba unido. Pero nuestra pequeña historia recibe la memoria inolvidable de este amigo común, que se une a la de su abuelo, firmante de la escritura de cesión de terrenos en La Adelfilla para construir la Ermita.
En estos momentos, recuerdo aquellos versos míos que decían
Pobre amigo sobrado de ilusiones y escaso de defensas.
El aguijón que alimentaba tus entrañas no pudiste desbridarlo y te consumió lacerante, mientras impotentes de palabras te mirábamos con los ojos llenos de vocablos imposibles de decir.
Tus impulsos se ahogaron en la estúpida circunstancia que impidió a tus piernas descender nervudas la escalera de una vejez briosa.
Sirvan de recuerdo, asimismo, las fotografías que aparecen en las páginas 62, 104, 113 y 116 del libro “El Santo Niño Dios de Gaucín como esencia de un pueblo”. Y la evocación de la persona de Juan Luís, nos confirme en nuestra devoción al Niño y en la esperanza de continuar el anuncio del Dios de la liberación y de la comprensión.
Con la condolencia a María Moyano, su “madre”, a Rosa y a Juan Luís, ruego un merecido aplauso para, Juan Luís, el amigo de siempre.
Salvador Martín de Molina.
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