Homenaje al Hotel Nacional Imprimir
Escrito por Salvador   
Domingo, 13 de Enero de 2008 15:48

 

 

 


Descanso de caminantes,
encrucijada de fantasías
y cobijo de ilusiones.

Famosa hospedería,
Que dio aposento
a lores y peregrinos.

Confluencia de caminos,
corazón lleno de ensueños,
memoria viva de Gaucín.

 

Siendo nuestro pueblo lugar y tierra de frontera -cruzado por caminos que vienen y llevan a múltiples destinos- nunca han debido faltar casas de acogida, aposentos de viajeros y descanso de caminantes.

En efecto, Gaucín,  encrucijada de calzadas,  ha sido espacio de Ventas y Posadas, de las que hay que recordar una  “Cassa ospital para los Pobres transeúntes”, el  Hospitalico en el Arrabalete,  y dos mesones pertenecientes a D. Rodrigo Soriano de que nos habla el Catastro del Marques de la Ensenada, en el siglo XVIII; las numerosas Ventas citadas por viajeros románticos; las celebres Posadas  del XIX en la calle de los Bancos, entre ellas la de “La Estrella” de Rafael Cañamaque Jiménez;  el Parador a cuyas espaldas discurre la Carrasquilla; y, más recientemente,  La Fonda de “La Serena”, la  “Pensión Andaluza” en esta misma calle Corral;  o  el celebre Mesón de los Álamos, después llamado de la Fructuosa, hoy  prototipo de Hotel Rural.

Pero es forzoso hacer parada y fonda en la mas renombrada de todas: la que inició en este lugar y que tiene una historia humana concreta: Pedro Real,  que es retratado en la novela “Sherlock Holmes in Gibraltar”, de Sam Benady, como dueño del “hostal ingles”, una posada popular entre los oficiales de la guarnición, donde solía cenar el Duque de Connaught, a cuya salvación acude el célebre detective, quien, en la escena culminante del relato, nos dice que “chocó violentamente con la enorme panza de Pedro Real, que casi llenaba toda la escalera”.

Esta gran humanidad del hotelero, se transmitió a sus sucesores: Un  hijo de Pedro regentó el “Café de Dieguito”, en la esquina de esta calle, del que son innumerables las anécdotas que lo jalonan;   y heredó el Hostal su hija, Encarnación Real Moya, casada con Domingo Bautista Moncada, y de ella pasó al hermano de éste último, José, casado con Adelaida Benito, siendo su última propietaria la hija de ambos, Clementina Bautista Benito, que ha conseguido, al mismo tiempo, preservar el lugar y el buen saber de su antepasado el célebre Pedro Real, como atestiguan los testimonios del Libro de Visitas.

Permítaseme que, brevemente, rememore los orígenes de esta Hospedería, descanso de caminantes, lores y peregrinos, este Hotel Ingles, Nacional o de Clemen, como lo hemos denominado los mas jóvenes. Y, para ello, nada mejor que evocar los años treinta del siglo XIX, en plena efervescencia del romanticismo, cuando los viajeros europeos perdieron el miedo y se lanzaron a los viajes bajo el embrujo orientalista de nuestras tierras, mientras hollaban los caminos casi iniciados en las faldas de los precipicios.

Son los años en los que el Tempranillo se burló de los realistas en la Venta de Gaucín, haciendo prisioneros a veinte de ellos y huir a más de sesenta… Aquellos gloriosos espacios en los que fijó su perspicacia Prósper Merinmée para describirnos a “Carmen”, gitanilla de nuestras calles, elevada a mito universal de la libertad.

Es el recuerdo de Charles Davilliers quién, acompañado de Gustavo Doré,  descansó en el Ventorro de Las Corchas, mientras el pintor recogía en su cuadro al bandido generoso, Joselillo, con su novia a la grupa.  Y, en 1775, la visita de Richard Twiss , o las del Major William Dalrymple (1776),  de Jacob en 1810, o  de J. F. Lewis (1832) que nos legó su cuadro de arrieros en las faldas del Castillo; o los recuerdos de Dennis, Desmidof y Summer o las emociones de  Josephine de Brickmann al pernoctar el 20 de marzo de 1850; el célebre Richard Ford, nos visitó en 1834 y en su “Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa”,  dijo de Gaucín  que está muy románticamente situado en una sierra hendida... la vista es espléndida, Gibraltar se levanta como un molar en la distancia, y África se deja entrever mas allá... El camino parece hecho por el diablo en el jardín colgante del Edén. Un bosquecillo de naranjos en las orillas del Guadiaro da la bienvenida al viajero y le dice que ya ha pasado la Sierra. Hay que cruzar y volver a cruzar el río, bordeado de adelfas.”

Tiempos para que la Marquesa  de Cubertín  quedara fascinada por nuestros paisajes y se despidiera  de esta tierras y sus atardeceres añorando el intenso azul de su cielo y el verde y ocre de sus montañas, las mismas que  extasiaron a otra Marquesa, Talía por  dulce  nombre,  musa de la comedia y de la poesía bucólica o pastoril, la mayor de las tres Gracias que  otorga los dones de la abundancia y la fertilidad, la ninfa del monte Etna, la que dijo, en el Libro de esta Hospedería, de las montañas de Gaucín estos arrebatadores versos:


“Entre peñascos maravillosos,
testigos discretos de gigantescas   hazañas.
Me dejo un poco de mi admiración
y me llevo un mucho de su grandeza.
¡Montes peregrinos de Gaucín!,
son grandes como mis ilusiones
y enamorados del cielo como mi alma”.
 

Fue asimismo, la dorada época de los dos pintores románticos por excelencia, que posaron  su mirada en nuestro Castillo e hicieron de él estampa perenne para años venideros, creando un espacio fantástico y legendario: David Roberts y Pérez Villaamil (en 1850); el primero de ellos –que pasó por Gaucín el día 23 de marzo de 1833-  bautizó este lugar de encuentro como Hostal del Ingles; el segundo, colgó para siempre su “Castillo de Gaucín” en las galería del Museo del Prado.

Y, al mismo tiempo, es el Gaucín de los tristes espacios para las luchas entre realistas y liberales, entre Molinas y Serranos, refugio de los confidentes de  Salvador Manzanares y Torrijos, perseguidos en las crestas de Sierra Bermeja y muertos a sus faldas y en las arenas de Fuengirola.

En esta encrucijada de acontecimientos, idas y venidas, de vericuetos de la vida, nos nace el Hostal Inglés, así llamado inicialmente por las numerosas visitas que recibe de la guarnición de Gibraltar, rebautizado como Hotel Nacional para poner el énfasis en nuestras raíces en tiempos de confrontación con “la pérfida Albión”.

De todas formas, historia viva, no sólo de nuestro pueblo, sino de la vida de nuestra Andalucía y, por extensión, de España y el mundo, como lo atestiguan las inscripciones del Libro de Visitas, uno de las láminas más imperecederas e interesantes de Gaucín.  Se conserva desde mediados del siglo XIX y en él numerosos viajeros y visitantes han dejado sus impresiones sobre nuestro pueblo.

Una viajera importante que dejó escrito aquello de “Ante esta sorpresa maravillosa de Gaucín... el silencio es... oro. La palabra plata” es la pintora Maruja Mallo.

Haciendo una primera aproximación al Libro de Visitas del Hotel, ya en 1864 hay constancia de las firmas de lores viajeros, militares de la Roca, entusiastas de nuestras vistas y nuestra manera de ser.

Uno de los primeros apuntes legible es del día 8 de agosto de 1868 y otro que nos dice “15 oct 1868 captain Blunt del 83 Regimiento.”, aunque me dice Clemen que le han arrancado hojas, lo que lamentablemente se aprecia a simple vista. En las primeras dedicatorias se cita con frecuencia a “Pedro”, dueño de la Posada. En una de 13 abril 1869 se lee “much pleas... good Pedro hispitable” firmado por Lord Walter Campbell. En otra el Mayor Homley, el 28 feb 1876, cita a “Pedro Real”.
El 25 oct. 1878 se lee “Los abajo firmantes, no han pasado días más felices que los que en esta fonda (“English Hotel”) han logrado mostrar en todos conceptos. Gduale, hijo. Antº de la Puerta”. Otro: “March 20.1902. MC Andersen. - Mary Anderseon. - Christian Gordon Andersen “

En relación con sus celebres comidas, hay una dedicatoria en verso y en inglés que dice: “Mi querido Pedro el Viejo / Magnífico en la cocina / Incansable posadero / Que en este libro / Aquí tu nombre se escriba / Y en pagando yo la monta / A tus amigos envías / Para que llenen tu bolsa.” En otra se recuerda: “Como pupilo de “Hotel Ingles” de D. Pedro del Real declaro que en su casa se como perfectamente bien, muy barato y sobre todo muy alegre.- El panaché sublime.- A. Carreras”. (Julio de 1883)”.

En 23 de abril de 1888 visitó Gaucín el Archiduque de Austria y nos legó su firma en el siglo pasado y, ya en nuestros días, al Presidente Cháves, al Jefe del Estado  Mayor del Ejército General Faura … Recorrer su Libro de Visitas es leer la historia profunda de nuestras tierras…

Otros testimonios fueron los de Celia Gámez (diciembre 1956), Farah Pahalevy (junio 1991), los historiadores de la guerra de Granada, Srs. Carriazo (0ctubre 1978), el torero El Algabeño (1870), Lilian Piccaso (diciembre 1984), Iam Gibson…

Citaré por último, unas dedicatorias muy cariñosas de Irene Larios, Marquesa de Margayo el 27 de octubre de 1927 (“Gaucín, ¡nido de águilas!, estupendo, delicioso y con un hotel buenísimo, ¿qué mas se puede pedir?”) y de una posterior visita, el día 22 de noviembre de dicho año, de la Marquesa de Nájera, Mercedes Larios, y un encendido y poético elogio de Talía Larios, al que ya me he referido.

No he de cansar más a los que han tenido el gozo de rendir este merecido homenaje al Hotel por excelencia de nuestro pueblo, en las personas entrañables de Clementina Bautista Benito y Carmen.

Dejemos que la fantasía de nuestro recuerdos nos envuelva como es costumbre en toda relación con nuestro Gaucín: con sus mujeres escondidas en sus velos; sus puertas celosamente disimuladas detrás de las cortinas, de secos juncos de colores sienas o verdes o simples lonas que el aire levanta para dejar en evidencia a quien tras ellas escudriña, escucha o simplemente espera que alguien pase.

 

Con sus blancas casas, ribeteadas de añil y empinadas en el Arrabalete hasta acariciar las frías y grises rocas, al pie del Castillo

Donde el aire nos envuelve
de suaves caricias nacaradas.

Donde el gris de la existencia
se diluye en ocarinas ramas,
de colores sin fin.

Como tu, mi Gaucín.