Juntos en otoño Imprimir
Escrito por Salvador   
Miércoles, 24 de Febrero de 2010 21:55







Veo que ni siquiera estoy triste, ni lo merece, 
pero siento algo parecido a un desmayo en lo mas hondo de las nubes.
 
Es como si me pusieran encima un guardapolvo que no resiste dos gotas de agua,
como una caricia perdida  en la vejez,
como… no se decírtelo en el desencanto de esta luz que se refleja, desvaída, en el tenue techo de las ambiciones marchitas. 



La vida sería como una vieja carreta de feria: vocinglera, pero vacía.
 
Un viejo de arrugas verdes abrasa con sus ojos a la joven -exultante de colonias- que habla mucho para ser acompañante y sonríe poco para ser nieta.
Un niño juguetea ajeno a lo que le rodea
y la niña lleva serigrafiado “good” en la camisa sin conocer su significado,
igual que transcurre la navidad para los pingüinos, 
mientras se abrasan en el cono sur.
 
Casi inerte, un periódico ya leído, sin decir nada, aletea sobre el banco del jardín.
 


¡Cuando es tan necesario caminar y no  detenerse ante la duda o el temor!
 
Yo sigo con los brazos desmayados sobre el regazo y la mirada vacía de esperanza.
Vuelvo a sentir la nadería de la vida, tan embarazosa como una nota sostenida.
La encuentro tan poco atrayente con una señora inglesa de mediana edad,
fácil como las lagrimas de la mañana y los bostezos del atardecer.
 
¡Cuando es tan necesario el silencio y los clamores de la vida, para respirar con cada flor y volar con todos los pájaros!