Para un poema sobre el Genal (I) Imprimir
Escrito por Salvador   
Martes, 13 de Marzo de 2012 23:19

 

 


 

Ya

te presiento, imperceptible Genal

 

 


 


 

 


Quise preguntarme porqué mis manos estaban vacías

y, desde la lejanía,

se me abrió el corazón de su bosque mediterráneo

-tierras rojas y pardas-

enredando el quebrado alcornoque de corcho maleable,

la encina verdinegra y clara y el hijo chaparro,

rechoncho y bajito,

junto al dolorido quejigo de bellotas rutilantes.

En la cercana presencia de su calurosa altivez.





Huelo el agridulce sabor de la adelfa

-herida del corazón-

que se despide titilando sobre el sol del atardecer

con añoranza de virgen perturbada.

En penumbra, el sotobosque leñoso y aromático,

enmarañado de lentiscos y zarzamoras,

nos muestra su cortejo de pinos y madroños.

En el margen de sus aguas,

el dosel inquieto de chopos y  olmos.





Veo salir de las madrigueras conejos

-y no hurones-

a beber en las frías aguas que huyen hacia

el estuario nacido de las mareas

que rebotan desde el Atlas,

mientras los vientos azotan mis oídos

y silencian los mugidos de las vacas y de los otros

animales

que acostumbran a parir en los inicios del año.




Un caracol de perpetuos ecos silenciosos

sobre el triángulo rugoso del lindero.

Gorriones atrapados en la pleita pegajosa

junto al charco de juncos remansado de espacios.

Ronronean los gatos en el patio del cortijo.

Las almas gimen y expulsan sus sueños hacia el Castillo

que se escapa sobre laderas de tiempos y de silencios.

Por encima del viento

que trasporta instintos y recuerdos.



Ya siento la sangre que llora la chumbera

entre el extraño dolor de sus punzadas.

Ya oigo los cascos de los caballos de contrabando

al  trepar por riscos y caminos …

Ya presiento el rumor de sus últimas aguas en los meandros del  desamor.

Ya se llenaron mis pies del polvo que desgrana la guitarra

cuando vuelvo hacia atrás la mirada atosigada.

Ya

te presiento, imperceptible Genal