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Escrito por administrador   
Miércoles, 28 de Febrero de 2007 23:34
Desde Jaén. Sin ánimo de polemizar, sino sólo con el atrevimiento de responder a la invitación que nos hace Jesús Tíscar, el excelente columnista de nuestro común y querido Diario JAEN, me atrevo a levantar la mano para opinar todo lo contrario a lo que él manifestaba el viernes pasado, toda vez que considero que la Cuaresma no es una pejiguera muy macabra… Mi querido amigo, coincido contigo en esa indecisión existencial que manifiestas, como ateo y anticlerical, al dudar de tu final conversión en polvo, sospechar ser un cascarón de huevo o, incluso —con notable sentido del humor, según tu acertada manera de ser— declararte morcón revenido. Yo también, a estas alturas de la vida, no sé bien lo que soy y me muestro temeroso de lo que me espera al final de mis días, cuestión esencial donde las haya. Pero, quizá por esta innata predisposición a la esperanza y por la percepción alegre de los acontecimientos, de lo que sí estoy seguro —bueno, dentro de lo que cabe— es de que la Cuaresma no es ni una pejiguera (porque de ella suele sacarse provecho), ni tiene por qué ser macabra, algo relacionado con la muerte y que produce rechazo por su fealdad. Tu columna (“El polvo de la Cuaresma”) me había dejado entristecido por el sentido peyorativo de tu comentario, aunque, la verdad, me figuré otra cosa al ver el titulo de la misma. De todas formas, cuando un periodista inteligente como tú deja de deleitarnos con sus acertadas perspectivas diarias, olvidándose de escribir con ironía y agudeza y, a veces, “boutades”, para entrar de lleno en la sal gorda y ofrecernos una serie de lugares comunes anticlericales no se si lamento más —como tú mismo has escrito en otra ocasión— esta manera de llenar una columna o que, en el fondo, lleves razón. Claro que, no en la esencia. Pero me reconfortó oír la primera lectura de la misa, a la que asistía aquella tarde para acompañar a una amiga que había perdido a un hijo de veintitantos años. Misa de mes, como dicen los paisanos que, sin embargo, no estaba revestida de tintes negros y a la que acompañó el coro parroquial con cantos de esperanzada alegría, mientras la doliente vestía de ropas también alegres. Nos decía Isaías, en esa primera lectura, que el Señor preguntaba a su pueblo qué era el ayuno —¿mover la cabeza como un junco, acostarse sobre un saco y ceniza?— y le contestaba que el ayuno que Él quería es el abrir la prisiones injustas, dejar libre a los oprimidos, romper los cepos, partir el pan, hospedar a los sin techo… Perdona la transcripción casi literal de la antífona, pero a mí me dio la respuesta a tus/mis inquietudes, porque la ceniza en la frente no es pitorrada para la abstención ni para el castigo sin finalidad. El ayuno, como esencia formal de la Cuaresma, y esta, por lo menos a mí, me indican que los hombres no compran a sus dioses con ceremonias brillantes o gestos de penitencia. Lo que importa es la realidad, la vida, el día a día, en el que el hombre trabaja, perdona, respeta derechos y cumple deberes. Amar, ese es nuestro ayuno, en tiempo de Cuaresma y en todos los tiempos. Espero que respetes mi opinión, contraria a la tuya, y que, del contraste entre ambas, podamos salir de nuestras oscuridades y volver al mediodía.