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Minorías y alternancia política PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Sábado, 30 de Junio de 2007 17:21

Se ha planteado recientemente lo que algunos consideran una burla a los electores: que sea designado Alcalde persona distinta al que encabeza la lista más votada. De ser un problema, la solución podría estar en que los Alcaldes se eligieran directamente por mayoría simple, cualificada o en segunda vuelta. Pero es que, en estos momentos, la designación de Alcalde es de segundo grado, toda vez que está en manos de los Concejales electos, y el sistema implantado es el que resulta de la aplicación de una ley que, entre otras cosas, estimula la presencia de las minorías. Si esto es así, pedir un pacto para que gobierne la lista mas votada, aparte de ser ventajista, es una solución voluntarista y con graves disfunciones. Y  vocear destempladamente contra el sistema que nos hemos dado, cuando el resultado no nos beneficia, es cuando menos antidemocrático, como lo es tachar de salteadores de alcaldías a los partidos que se unen para desbancar a otros del poder, cuando es precisamente esta unión la que otorga lo que la mayoría de los votantes ha dejado reflejado con los escaños otorgados a los partidos, “instrumento fundamental para la participación política” (CE). En todo caso, creo que el fondo de la cuestión no está en el botín de las alcaldías, sino en la manera de ejercer el poder local. Que puede ser tan acertado como nos lo demuestra –y lo digo sin lisonja- el recién reelegido Presidente de nuestra Diputación
Después de más de cuarenta años de vida profesional al servicio de la Administración Local, tengo motivos más que sobrados para presumir de conocer el percal. He tenido Alcaldes en la época  franquista y, posteriormente, de derechas, de izquierdas y de centro; listos y tontos, íntegros y deshonestos, soberbios y humildes, ignorantes y sabihondos. Y casi todos han buscado el bien de sus comunidades, aunque algún jirón se haya quedado por el camino. En casi todos ellos he reconocido las virtudes de un buen político: la prudencia y la eficacia. Pero lo que más me ha llamado la atención de todos ellos es el unánime deseo de retrasar su salida del poder: siempre tenían y siguen teniendo una excusa para mantenerse en el cargo, sin que tengamos que pensar en fines espurios. Quiere ello decir que, mal que me pese, adolecían y adolecen todos de la máxima desventura, si así puedo llamarla. Para ellos –pues no creo que haya cargo más infortunado: nunca se acierta, ni nadie te agradece tus esfuerzos- y para los demás, porque el culmen de esta noble tarea es la innovación, la creación de nuevas pautas de conducta, y ésta no viene, ni de la alternancia de los partidos, ni, dentro de ellos, de la renovación de las propias listas, que raramente dejan paso a nuevas caras. En nuestra Comunidad, ello es particularmente cierto, y no solo a nivel de Alcaldías. Buscar repuesto es el problema que tienen que resolver sin tardanza las formaciones políticas. Creo que sería conveniente, justo y necesario – a mí me lo parece, por lo menos- que salieran renovadas las listas y nuevas ideas –no sé si mejores, pero de seguro que distintas y con otro atractivo- que recogieran la antorcha y posibilitaran que gente mas joven ilusione con ideas frescas a las nuevas generaciones.
Es probable que disminuyera el absentismo y ganara la democracia.