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lLas buenas intenciones PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Viernes, 15 de Junio de 2007 09:31

El primer día de diciembre del pasado año (antes del atentado de Barajas), en estas mismas páginas se presagiaba el fin del llamado proceso de paz (por supuesto, con un final desgraciado) ironizando, según mi estilo, de que “lo lógico sería resucitar, en el sentido más puro y duro, el Pacto por las Libertades, la Ley de Partidos...

.... y esgrimir las normas jurídicas más restrictivas que nos llevarían —denlo por seguro— a la desaparición de los etarras y sus secuaces, a encarcelar a Otegui y compañía y a los miles de simpatizantes del pensamiento vasco independentista…, y a volver al paraíso que disfrutábamos antes de la tregua”. En el mes de abril, me preguntaba donde estaría el enemigo y terminaba diciendo que “creo que bien podríamos hacer tabla rasa del pasado cercano de permanentes enfrentamientos y lanzar una mirada unida al futuro”. Parece que ha llegado este momento y se ha dado un primer paso para recuperar la unidad, que es lo que está pidiendo la opinión pública, aparte de ser la única salida ante el final explícito del alto el fuego que —triste es decirlo— ha presionado a los dos partidos, que no tenían más margen que un cambio formal para salvar la cara frente a la galería. Pudiera admitirse que hay buenas intenciones y se ha dado un paso serio hacia el nuevo escenario: el Gobierno esgrime firmeza democrática y el señor Rajoy, antes exigía y ahora sólo sugiere. Pero me temo que no todo el monte sea orégano, pues se defienden las posturas previas, recordando la vicepresidenta que Zapatero proseguiría imperturbable en la actitud que siempre había mantenido; y Rajoy dijo: “No hay ningún cambio, por mi parte estoy donde he estado siempre, ofreciendo todo mi apoyo para derrotar el terrorismo y nada más que para derrotarle”, apoyo que no es para hacer “experimentos”. Estaríamos, entonces, ante un maquillaje y la reunión de la Moncloa solo sería una concesión o un paso estratégico de cara a las elecciones. Incluso —y quizá lo veamos de inmediato— un plan preconcebido que pronto dará sus frutos, cuando no prosperen las “sugerencias” sobre la ilegalización de ANV y los temas colaterales o extraños al pacto de unidad que suponen Álava y Navarra, adobados con serías advertencias: “lógicamente, esto no es borrón y cuenta nueva. En la campaña habrá que hacer balance. Y esta es la legislatura del Estatuto catalán, la negociación con ETA y la memoria histórica”. Y como telón de fondo, las víctimas del terrorismo. Me hago dos preguntas, sin respuesta de momento. Una: Si el atentado de Barajas puso de relieve el propósito de ETA de romper la tregua y, en este caso, el fracaso de Zapatero ya era visible. ¿Por qué se espera hasta después de las elecciones municipales, para mostrar con altura de estadista el apoyo, con sugerencias, al Gobierno, que no se prestó cuando todavía parecía que era posible la paz? Y otra, colateral: ¿Cómo reaccionarán los medios de comunicación que han venido manteniendo la crispación, si se les termina el filón mediático? Por lo pronto, cuando escribo estas notas, la fotografía de primera página no es la de la Moncloa y el predicador de las mañanas llama despectivamente a Rajoy, el nuevo Guzmán el Bueno que presta su puñal para que se termine con el PP. Si empezamos así…