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¿Dónde está el enemigo? PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 04 de Junio de 2007 07:32

Hace unos días, Llamazares indicaba a Otegui que el enemigo no estaba en las fuerzas democráticas, sino en ETA, de la que debía emanciparse. Llamazares, que ciertamente no es santo de mi devoción, es persona que –a mí me lo parece- acierta en más de una ocasión en sus diagnósticos sobre la situación política.

Creo que habría que preguntarse, por parte de todos, donde está realmente el enemigo. Porque me parece que los árboles de los intereses partidistas, la mayoría de las veces no dejan ver el bosque de los peligros para nuestra convivencia pacífica. Cuando el presidente del más reputado grupo editorial demoniza exageradamente a los dirigentes del partido de la mitad de los votantes españoles, está equivocándose en quien le dificulta su neutralidad. Si el jefe de la oposición dirige sus dardos contra quien le critica y le ataca con un boicot retrógrado y, por elevación, todo lo achaca a maquinaciones del jefe de Ejecutivo, está fallando en sus pronósticos. Y cuando todo el bagaje defensivo de la izquierda gobernante consiste en un despectivo tratamiento del oponente político, sigue desviándose del punto de mira. Si en este campo de batalla, median los jueces y los obispos, con teorías de lo más peregrinas y fuera de su contexto natural, ya me dirán ustedes que hacemos. Si, por encima de todo ello, de vez en cuando nos sobrevuela el espíritu atormentado de algún que otro ex presidente de la nación, a donde creen ustedes que vamos a llegar.

Me decía alguien, a propósito de mis últimos artículos sobre el tema del terrorismo, que debía dejar el argumento del perdón porque le parecía demagógico. Qué barbaridad. Cuando el tema central de nuestra convivencia se puede considerar como un arma que se utiliza demagógicamente, es que nuestra sociedad no está dispuesta a entenderse. Si esgrimo como idea de convivencia la irónica pregunta de “¿Quién dijo aquello de amar al enemigo?” y se me entiende como ingenio que se arroja al adversario para acallar sus argumentos, por otra parte, intolerantes, exclusivos, en definitiva, de odio o, si se quiere con palabras menos radicales, de intolerancia, de rechazo, es que no vamos bien. Y una de dos: o yo no se expresar mi sencillo mensaje, o es que los demás –los que debieran entenderlo dadas sus raíces morales- no son capaces de poner en práctica lo que nuestra sociedad demanda. Pero –sobre todo en estos días de Pasión y Resurrección- sigo confiando en que quizá no sea tan difícil dejar de polemizar sin fin ni obviar los juicios de intenciones; que acaso no sea preciso abrir nuevos déficit sobre futuras alternativas. Pese a nuestros engañosos argumentos, busquemos juntos la meta contra el enemigo común, que solo es el sanguinario terrorista, que para más inri se muere, pero sólo de risa.

Por ello, y aunque no sepa explicarme o no quieran entenderme, creo que bien podríamos hacer tabla rasa del pasado cercano de permanentes enfrentamientos y lanzar una mirada unida al futuro. En el frontispicio “De mi entorno íntimo” (titulo de una muestra pictórico-poética que presento estos días) me atrevo a exhortar: “Si miras, amigo / con los ojos limpios / guarda tu verdad / y hallarás la paz”. Pues, eso.