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Paciencia PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 13 de Julio de 2015 10:16




Los buenos hábitos necesitan de un período para arraigar. Han pasado más de veinte años desde que me dieron tres infartos, lo que me ayudó a aprender que todo llega a su tiempo. Aquello me sirvió para comprender que la vida hay que tomarla con calma, que los esfuerzos tienen un límite y que las ansias no son buenas. También me exoneró de pequeñas cargas –por ejemplo, no ser el único en la familia en arreglar el maletero, lo que fue un gran alivio-, pero desdichadamente todavía no he asimilado plenamente el que no hay que tener prisas en esta vida,  que es una de las maneras de tener paciencia.


Paciencia es lo que necesitamos. Por mi parte, me lo impongo como tarea prioritaria en estos primeros días del verano, sobre todo cuando la noche intenta mitigar los rigores de la calima.


En ella, la luna, paciente, ve llegar la lentitud de las nubes,  blancas y transparentes, desmadejadas en sus volutas de finas arrugas. Se deja envolver  por sus formas redondeadas como pequeños copos de algodón y, casi desganadamente, las deja marchar en busca de tormentas presagiadas.


Al tiempo, las copas de los árboles, más cercanas a mis impredecibles amarguras, tintinean en suave espera de la brisa, a punto de embravecer. Y, pese a sus deseos de quietud, puntean alegremente con un verde cinabrio el presentido azul del  firmamento. A veces, musitan leves quejidos de desamor. Pero, vuelven a susurrar  pequeños destellos de verde lima, plateados de luz y armonía. En busca de las palabras justas para la calma y paz interior, para la frescura y la fertilidad del silencio.


Así discurren mis anochecidas de este julio caluroso y, pese a ello, suavizado por el pausado transcurrir de las aguas del río Quiebrajano… En el entretanto,  Chick Corea improvisa al piano alguna melodía de jazz fusión que acaricia mis oídos, mientras mis  párpados, cansados y ávidos de sigilo, se disponen a la quieta duermevela…


Estos trazos de quietud, quizá sean reflejos de la paciencia que modera la tristeza, hermanada con la mansedumbre que refrena el arrebato. Merece la pena hacer el esfuerzo por ejercer estas virtudes. La paciencia aparta con alegría todo aquello que puede causar tristeza y asume con tranquilidad los infortunios. Estamos en tiempos de graves contratiempos y hemos de avanzar en el dialogo, que exige paciencia y generosidad. Un espíritu paciente siempre está dispuesto a acompañar, sabe de esperas largas y de aguante. Leo en EG  que el sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. En la vida cotidiana, hay que acompañar con indulgencia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día.


Ello, no sólo es aplicable a los importantes conflictos que estamos soportando en estos días, sino que debe ser pauta de acción frente a los embates de los cambios sociales que exigen respuestas. En especial en los ámbitos juveniles –inquietos, problemáticos, heridos de soledad y desconcierto- a los que nos cuesta escuchar con paciencia, comprender sus llamadas angustiosas y responderles en su propio lenguaje. De la vejez es la sabiduría, se decía desde siempre. Pero me parece que los viejos estamos mas inquietos que los jóvenes. Y así nos va. No es que prediquemos en el desierto. Es que no sabemos hablarles con la lucidez que da la paciencia. Paso previo para llegar a la verdad, que requiere una previa actitud de escucha, interpretando lo que el otro dice con paciencia y atención, abandonando toda ansiedad.

En definitiva, debo exigirme el arte de escuchar: “cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena” para el acompañamiento. A las personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso dar tiempo, con una inmensa paciencia, que permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad. Es con paciencia como se crean las condiciones necesarias para renovar los corazones.


Como estamos en tiempos teresianos, oigamos lo que decía la de Ávila: “Tened paciencia y procurad hacer costumbre de cosa tan necesaria… Acaecerá que a  una palabra que digan a vuestro disgusto, vaya la paciencia por los suelos “. Y qué mejor colofón que repetir sus palabras de ánimo para el peregrinaje: “Nada te  turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza”. Pues, intentémoslo… pacientemente.