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El chocolate del loro y las goteras PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Domingo, 26 de Julio de 2015 23:13


No sé concretar a ciencia cierta si Esopo fuera el autor de aquella famosa fábula titulada “El chocolate del loro y las goteras”.  Algunos la atribuyen a La Fontaine, aunque tampoco se descarta que se debiera a Samaniego. De todas formas, la crítica que contiene se corresponde con las características universales de la naturaleza humana. Es ya, por lo demás, tan colosal el  griterío externo que la saco a colación, aunque tenga que hacer un receso en este oasis donde intento respirar, lejos de los calores del asfalto. Habrán observado que no he mencionado en estas últimas semanas los temas candentes: Grecia, Cataluña, emigración, corrupción. Ustedes se merecen un descanso. A pesar de ello, me van a permitir preguntarme sin acritud por el farisaico proceder de los exigidores de la ley.


El vocerío griego durante los últimos meses, no tiene parangón en la historia de esta Europa recién estrenada, pero a pique de desaparecer. Ni sé de economía –ni falta que me hace, a tenor de los conocimientos y aciertos de sus gurús-, ni de política –tal como la interpretan los entendidos en la materia- por lo que no me detengo en calibrar si la culpa de este desbarajuste es de los propios griegos o de la CE. Pero me da la impresión de que se ha jugado una partida de póquer, en la que Tsipras ha ido de farol ante los tahúres del  Rhin y que los acreedores han ganado a los ciudadanos, a quienes se había tenido la osadía de consultar.  No sé si el Plan final  es peor  en lo político que en lo económico,  si ha sido movido por la desconfianza o la venganza o, simplemente, es la inexorable pasada de cerviz ante las horcas caudinas de un Gobierno con políticas propias.


Me recuerda al  "tómalo o déjalo" de hace unos años, por el que ya pasamos nosotros, con hombres vestidos de negro incluido, sin necesidad de referéndum ni otras fruslerías pseudo democráticas. Los compromisos exigibles son elásticos cara al futuro, como lo sufrimos –todavía lo estamos sufriendo y lo que te  rondaré morena- para que nos rescataran; bueno: no a mí, a mis bancos amigos. Sin olvidar  lo que nos costará a nosotros el rescate griego, que me figuro, por otro lado, que será el chocolate del loro para la economía de la CE. Ya nos entraremos.  Bueno, nos lo acaba de aclarar  M. P. el  doble cobrador de nóminas: “el que cada español, también el que puede estar en la puerta de Cáritas, asuma un riesgo de 200 euros más, eso tiene que tener una contrapartida, porque maldita gracia tendría que pidiéramos a los españoles ese dinero para que Varoufakis se comprara otra moto de lujo". Eso es hacer política, sí señor. Aunque, la verdad, no recuerdo en que se gastó el Sr. Botín los 2000 euros que yo pagué para nuestro rescate bancario.


Quizá fuera conveniente tomarlo todo a chirigota, para no morir en el intento. Por que otro pequeño detalle me pone sobre aviso de cuál  benéfica es nuestra postura en tema asimismo relacionado con la solución de problemas comunitarios. Ya es conocida nuestra postura ante la inmigración y el asilo. Lo tenemos asumido porque no podemos olvidar cómo nos acogieron en los países europeos en los años 50/60. Ante la nueva situación, el problema se ha  complicado algo  por que andamos entretenidos en levantar fronteras y vallas como escarpias. Y también por que hemos de luchar contra “el efecto llamada” –que no tiene parangón con aquella legendaria, posiblemente inventada, huida a Egipto-  y hemos conseguido, con el ardoroso tesón patriótico que nos caracteriza, rebajar a 1.300 el cupo de asilados. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado ha dicho: "España regatea para no asumir su responsabilidad con las personas refugiadas". Pero el mejor regate, con su finura habitual, lo ha dado el Ministro de la cosa, que atribuye al Gobierno el mérito de  “atajar la marea de inmigración ilegal" y estima que la reubicación no soluciona el problema: "Es como si tuviéramos una casa llena de goteras por todas las habitaciones, y en vez de taponarlas distribuimos el agua que cae entre distintas habitaciones”.


Brillante y lúcida metáfora, a fe mía, la del finado Fernandez. Que sí, hombre, que sí, esto de los negros y los refugiados es como una gotera a taponar. Que, además, representa el 1% del flujo migratorio y, para más inri, nos cuesta una pasta tan significativa como la del chocolate del loro de los griegos.


Con ello, tenemos completada la hermosa fábula del chocolate y la gotera, muy propio para estas fechas de celebraciones veraniegas, donde es imprescindible la atrayente churrería (en la que cantar “Paquito el Chocolatero”), pero no para dilucidar lacerantes problemas, que no se arreglan con  poner la gotera en otro sitio o gastarse el chocolate del loro. Ya sea griego o eritreo.


No sé, por  no saber, si es política y económicamente correcto lo que ha constatado Francisco: "Los gobernantes griegos que llevaron a esa situación de deuda internacional tienen una responsabilidad y el nuevo Gobierno griego comenzó una revisión justa".  Pero, sí que me reconforta saber –pese al vocerío del miedo en que nos quieren envolver- que el Papa  “desea que todo el pueblo heleno sienta su cercanía, sobre todo las familias duramente probadas por una crisis humana y social tan compleja como dura… (porque) la dignidad de la persona debe permanecer en el centro de cualquier debate político y técnico así como a la hora de tomar decisiones responsables”.


Y yo, que incluso estos día  -entre la algarabía de los niños al  atardecer  y el jolgorio de gorriones  y vencejos-  me permito compartir la misa diaria sobre el césped de nuestra urbanización –que es tanto como hacerlo “sobre el altar del mundo”- , esa plenitud desbordante de amor y vida que es algo así como un “acto de amor cósmico” (LS: 236),  me siento agobiado por los cortacircuitos de esas fuentes de luz y por la falta de motivación para encauzar y custodiar lo que está al alcance de nuestras manos.

Habría de cambiar el corazón, donde la pasión por sembrar,  remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción, nos han dicho,  es por generar procesos y no por ocupar espacios. La siento pasar junto a mí y  debería asirla. Y no dejarla escapar.