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Cataluña o algo parecido PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Domingo, 27 de Septiembre de 2015 23:03



El cartero de mi barrio, persona eficiente donde las haya y que, para más señas, es tocayo mío, tiene -según me cuenta Carlos el argentino, nuestro común amigo- una afición que me es muy querida: la de coleccionista. En mis años mozos he coleccionado de todo. Ahora me sobran, no sólo las colecciones –que Dios sabrá a donde irán después de mi marcha-, sino el más insignificante de los cachivaches. Me conformo con disfrutar de la familia y pequeños apegos, como el de escribir, con salud y tranquilidad. Se lo cuento a ustedes, no sólo porque no había conocido nunca la manía de coleccionar monedas de poco valor -céntimos-  de todos los países del mundo, sino porque me ha venido a la mente a la hora de escribir algunas reflexiones sobre el tema catalán, en donde –como es sabido y manido- “la pela es la pela”.


Y el céntimo, si se permanece en el euro, tiene su valor. Por ello, es obligado esbozar algunos trazos sobre la cuestión porque, aparte de que estamos inmersos en un otoño caliente en política, acabamos de entrar en lo que pudiéramos llamar post partido España-Cataluña, después de las que –preferentemente-  debieron ser elecciones autonómicas de ayer, domingo, cuyo resultado como es lógico desconozco cuando escribo este artículo.


Con carácter previo, me parece necesario resaltar que es un encono que venía de muy atrás. Fíjense en lo que escribía en este mismo diario, el 15 de septiembre del pasado año, cuando intentaba reintegrarme al curso normal de estos comentarios: “Para andar por casa –sin necesidad de entretener con las correrías del ex honorable padrino-  nada mejor que toparse, estos días de díadas y jolgorios varios, con los redoblados órdagos del Sr. Mas y las promesas del  Sr. Rajoy de dialogo en el marco legal, al parecer, inmutable. El tema, paradigma de una plática entre sordos, bien pudiera terminar como el rosario de la aurora…”


Pues, amigos, un año después, no hay que cambiar ni una tilde: los personajes de la farsa siguen inmutable en sus ridículos –y, en algún caso, sangrantes- papeles. Bien es verdad que enmendados y sin corregir con las soflamas más encendidas. Y, si no, corríjanme alguna de las siguientes piruetas.


El Sr. Pujol, el depredador, tan corto de miras como de estatura (moral), sigue erre que erre, sin que nadie le meta mano -en el buen y justiciero  sentido- y riéndose, con su familia, de todos nosotros. En su entorno, la España y la Cataluña profundas resurgen de sus esencias, hasta el punto de parecer que estamos delante de un cuadro negro de Goya, donde sólo importa la economía.

Por un lado, el Sr. Mas, con su porte de saltimbanqui, ha seguido lanzando a los aires despropósitos a gogó, mientras le reía las gracias al manipulador oficial y gran muñidor del independentismo, un tal Junquera. Con otros figurines a la cabeza de la lista, en torpe intención de engañar al personal, representaron el teatro de la Diada y otras soflamas. En el caballito del carrusel, ha subido arriba y abajo, incitando a un corte de mangas,  anunciando la negativa a asumir la parte de deuda nacional correspondiente, dando acá un puntapié a los colegas de Unió y, acullá, dejando rota España en el camino, entre silbidos al himno y viscas el Barsa. Fatídico vaivén del tío vivo, en el que ha subido para merecer el titulo de peor presidente catalán, que lo único que ha conseguido ha sido el desprestigio exterior de la Generalitat.


Por el otro, el Sr. Rajoy, impertérrito pese a lo que se le viene encima, ha insistido todo el año en que la ley es la ley y nada puede cambiarla (acabo de oir al Papa en la ONU decir que su carta es loable, aunque mejorable como todo lo humano) porque, a lo que se ve, lo único infalible es su mayoría absoluta,  que, para más señas, ha desnaturalizado al Parlamento. Y, en estas últimas vueltas, ha sacado a escena al nuevo galán de comedia, otro tal Albiol que –salvo que mucho me equivoque-  va a ser un acierto tan pleno como el de la inextinguible Esperanza Aguirre. A todo ello, desde su peculiar camión de bomberos, ha dado vueltas y mas vueltas al tío vivo, avisando de la posibilidad de un corralito  o haciéndose un lío vergonzoso en la radio si le preguntan por el nacionalismo, aparte de campanazos llamando a rebato a banqueros, empresarios y demás fauna de españoles verdaderos, para alentar la crispación entre catalanes y contra los españoles.


En el entretanto, los llamados a las urnas, me da la impresión que han depositado sus votos sin saber a que atenerse sobre las cuestiones que realmente les interesan. El paro y las incertidumbres económicas, los inmunes casos de corrupción, los recortes o las ayudas, la sanidad, la educación, la ecología… qué se yo lo que a los catalanes les preocupa. Aunque supongo que será lo mismo que inquieta al resto de los ciudadanos de esta España nuestra, de esta España mía, que cantaba Cecilia. Desde luego, a nosotros sólo nos han martilleado con independencia si, independencia no. Más se ha  empeñado en llevarnos al huerto, con la inestimable ayuda de Rajoy.


Esperemos que, en esa Cataluña que siempre fue tierra de acogida, todo haya salido mejor de lo que me temo, sin necesidad de dedicarnos a coleccionar más cadáveres políticos de la cuenta. Y, en todo caso, por favor, que no nos quieran imponer sus verdades pos electorales… que suelen ser mentiras clamorosas.