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Sentadito me quedé PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 12 de Agosto de 2013 00:00

 

 

En mi niñez, una de las canciones infantiles más oída era aquella de “Al corro de la patata / comeremos ensalada / como comen los señores / naranjitas y limones / ¡Achupé! ¡Achupé! / ¡Sentadito me quedé!”, que terminaba con una teatral caída de todos al suelo. Eran tiempos felices, llenos de ilusiones y promesas, que ocupaban espacio importante en nuestras vidas. Después de la ajetreada tarde de sana y sencilla diversión -¡igual que en estos tiempos…!- retornábamos a nuestras casas sudorosos pero contentos y con la ilusión de que una opípara merienda (chocolate rasposo y pan moreno)  repararía nuestras fuerzas.

 

 

Verdaderamente, aquello no es homologable con lo que ahora mismo nos entretiene. Pero me hace ilusión que nos podamos aplicar el mismo cuento. Me van a permitir que exponga mis evocaciones.

1.- De momento la mañana del pasado día uno –fecha muy adecuada para iniciar las vacaciones estivales y, por supuesto, para estar pendiente de las explicaciones de un sesudo señor- pudimos danzar al son del corro de la patata. En mis tiempos mozos, decir que te habían metido una patata era tanto como reconocer paladinamente que te habían mentido descaradamente; incluso, en su acepción académica patata, coloquialmente, es cosa de poca calidad o mal funcionamiento, mientras que la vertiente patata caliente es tanto como problema grave e incómodo de solución difícil. Tal como ahora.

Por la propia dificultad de su planteamiento, el Presidente en su comparecencia no ha dicho nada sobre la financiación ilegal de su partido, ni sobre las donaciones ilegales. No ha pedido perdón ni ha dicho que lo sentía. En seis horas sólo ha sabido negar cualquier irregularidad en su organización así como en la percepción de sueldos y sobresueldos, que en todo caso se han recibido, según ha confirmado, como parte de complementos a sus trabajos y siempre procedente de dinero legal.

No sólo expuso artificiales proposiciones (el Congreso está para demandar  las responsabilidades políticas, pero "cuando los hechos resulten ciertos”… "poniendo en riesgo la estabilidad de España y jugando con el futuro de los españoles"…) sino que, además, ha mentido lisa y llanamente al decir que cortó con Bárcenas cuando se enteró de lo del dinero en Suiza (y resulta que le puso un mensaje de ánimo dos días después). “Me equivoqué en pensar que era inocente quien no lo era… Me equivoqué al mantener la confianza en alguien que ahora sabemos que no la merecía; me engañó. Creí en su inocencia". Podíamos preguntarnos ¿todo se arregla con el aséptico “me equivoqué”, sin más consecuencias? Si fue engañado durante tanto tiempo ¿no es suficiente para que deje el timón a otro más espabilado? Mucho peor sería suponer que miente para ganar tiempo y estar a resultas de las verdades que otros quieran contar (Bárcenas, Cascos).

2.- Comeremos ensalada, lo que comen los señores… Es lo apropiado para mantener una esbelta figura; lo que sucede es que, a veces, acabamos tan esmirriados como aquel de la triste figura. Yo mismo estoy sufriendo en mis carnes los efectos de las ensaladas en mi viaje a tierras inglesas y me temo que asi nos quedaremos todos… o casi todos, con tantos recortes sociales y rebajas de sueldos. El único consuelo es saber, como nos ha dicho el propio Sr. Rajoy, que todavía quedarán gentes tan desalmadas que han sido capaces de abusar de nuestra confianza, como el tal Bárcenas, pero que quedaran tan orondos como modernos epulones.  Eso sí, acompañados de otros adláteres de la cúpula que pobremente subsistían gracias a los complementos que aquel les repartía en sobres sin nóminas. En todo caso, sin remordimientos de conciencia porque todas las percepciones era legítimas y honestamente recibidas,  como corresponde a los señores que comen ensaladas… y lo que caiga. Eso sí, quede claro que yo no he robado nada (que dijo el Sr. Nixón, perdón: el señor Rajoy): se declara una persona "recta y honrada" sin nada que le lleve a declararse culpable. Es un consuelo… para el que le haya pedido cuentas personales.

3.- Naranjitas y limones…: una de cal y otra de arena. Las naranjitas las suministran los adeptos que alaban la rotundidad y convicción de las respuesta del jefe. Los limones los encontramos en los titulares de la prensa extranjera (Rajoy se aferra a su puesto de trabajo, ha perdido su credibilidad; respuestas a partir de un guion preparado; esquivó preguntas; comparecencia insuficiente; enredados en la corrupción; el barrizal español…). Limones, también, los tiros dirigidos a la única diana (Rubalcaba) -a quien se ha negado autoridad moral- y el ninguneo al resto de la oposición. “Quieren que me declare culpable…pero no lo voy a hacer… porque no lo soy... porque no tengo constancia alguna de que mi partido se haya financiado ilegalmente”. ¡Olé, las constancias vitales!

4.- ¡Achupé, Achupé! es una bonita consonancia para el último pareado.: me quedé… Achupé¡!, terminado en pé, en p de p… madre. A donde nos mandarán (“a la p… calle”) como nos descuidemos. No podremos desembarazarnos de tantos dirigentes cuestionados por casos de financiación ilegal de sus formaciones o por meter la mano en la caja A o B de las mismas. Ahora resulta que se ganaron –con dudosa legalidad, prescritas o no- la poltrona a base de donaciones a manta. Tanto, que lo que les sobraba, se lo repartían porque el sueldo no les llegaba a fin de mes.

5.- Sentadito me quedé… y no es para menos. Si pensábamos que  nos íbamos a enterar de algo, que se iba a reconocer alguna responsabilidad, que se iba a pedir perdón… nos quedaremos esperando tales justificaciones y reconocimientos. No sólo no soy culpable, sino que también me chuleo de ustedes con mi mayoría absoluta (que eso es gobernar): “Ni voy a dimitir ni voy a convocar elecciones generales”. Con este broche, sentadito me quedé de la emoción que me dio al recibir tan satisfactoria noticia.

6.- Pero lo más gráfico y gratificante es saber que la canción termina, cayéndose todos al suelo. Tal como nosotros. No como respuesta a la conminación paramilitar de “todos la suelo”… sino como el estado de postración en que quedaremos –y estamos- en nuestro concepto de dignidad política, mientras la desafección ciudadana aumenta.

No es para menos, con la altura ética y moral que se desprende de tanto pedir perdón, tanto prometer regeneración –de la de verdad-, tanto limpiar la era, tanta… patata/mentira podrida.