Escrito por Salvador
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Viernes, 30 de Enero de 2015 21:24 |
El nuevo año trae, para mí, una noticia principal: mi hermana Francisca ha sido trasladada al hogar de las Hermanitas de los Pobres en Osorno. No sale de Chile pero, con sus achaques y la edad, no creo que sea un paseo agradable. Sin embargo, ella está tan contenta y ya nos ha escrito diciendo que ha tenido “un recibimiento apoteósico: la madre fue a esperarme al aeropuerto y los ancianos felices sobretodo los que ya me conocían; el empleo es enfermería de mujeres, lavadero, roperos y.....Dios me ayudara; dormí muy bien y un calorcito bastante agradable de 26 grados”. Con que poco se conforman los que no tienen nada más que su entrega generosa. Seguro que se conforma con dormir caliente y la sonrisa de una anciana, como la que aparece en la foto que inicia el reportaje:
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Última actualización el Viernes, 30 de Enero de 2015 21:31 |
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Escrito por Salvador
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Lunes, 19 de Enero de 2015 00:31 |
Esta semana voy a romper mi peculiar modo de iniciar la comunicación con mis lectores. Olvido mi pequeña introducción con la que, a base de soliloquios que no vienen al caso, intento semanalmente preparar la faena, a modo de jocosa invitación a seguir leyendo sin temor a morir en el intento. La cuestión que me incita, en verdad, es muy seria y estoy dándole vueltas porque me siento incómodo con los interrogantes que me plantean tantas opiniones discordantes e intento, detrás de los hechos, buscar la verdad que encierran. De todas formas, me cuesta mucho prescindir de una especie de alegoría que me hizo indagar, más allá de aquella patochada del efímero grupo agropop “No me pises que llevo chanclas” que se preguntaba “¿Y tú, de quién eres?”. Es lo que me ha hecho titular este artículo con ese interrogante –aplicado a mí mismo- que quiere trascender por encima de la masacre de la sede de Charlie Hebdo en París. Pues, bien, sin que me asalte la incertidumbre de si soy de Marujita, de Josefina o de Miguelina, ni que los nervios me lleven a no saber “ni de quién soy”, tampoco es cuestión de ser tan displicente como Pepe Bejines que “Iba a comprar zapatos, iba a comprar `na´”. Hagamos, pues, algunas consideraciones.
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Escrito por Salvador
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Lunes, 26 de Enero de 2015 00:01 |
Recuerdo con fruición –por lo demás, nada fuera de lo común: tal como lo hace todo el que está en la esquinita del tiempo- aquellos viajes familiares de los años sesenta, con el cuatro latas repleto de maletas, almohadas, cajetones, bolsos y cachivaches… Sin contar con el personal, una amalgama humana difícil de controlar durante las interminables horas del trayecto, bajo un calor asfixiante sólo suavizado por el aire fresco de las cuatro ventanillas abiertas. Los niños, a pelear de mancomún, a reír, llorar, cantar, berrear. La madre, pellizcando sin ton ni son, con sus admoniciones desoídas: papá se va a enfadar, me vais a oír cuando lleguemos, se han acabado las chucherías, papá se está mareando… Y el padre arreglaba el problema, aparcando en la cuneta –todavía no se llamaban arcenes-, soltando cuatro tacos testimoniales y cambiando el agua… del radiador; sí, del radiador que entonces no sabíamos de sistemas termodinámicos. Ni de nada. Y a continuar el viaje.
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Escrito por Salvador
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Lunes, 12 de Enero de 2015 00:03 |
Yo debo ser un tío raro, porque siempre me ha interesado la etnia gitana, probablemente porque ha sido una comunidad, posiblemente automarginada, pero siempre anatematizada. O quizá por haber defendido mi teoría de que en mi pueblo –allá, en las últimas estribaciones de la serranía de Ronda, lugar único, por su situación geofísica y su enclave romántico, para ser cuna de de leyenda- había nacido “Carmen”, la de Mérimée, gitana por antonomasia, mito de la mujer libre.
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