La ratita presumida Imprimir
Escrito por Salvador   
Domingo, 03 de Mayo de 2015 22:19

Y entra en escena nuestra ratita presumida, a quien le perturbaba sentir junto a ella tanto ruido de desvalijados colchones arrastrando parásitos, tantos olores pestilentes en las madrugadas sin rosas. Y nos prometió, no sólo dormir y callar, sino que decididamente limpiaría la  ciudad de tantos desechos. No ya por limpieza sanitaria y de sangre, sino que también por que la mayoría eran extranjeros –oiga: nada de xenofobia- y se organizaban en mafias –tranquilos: nada corruptas, no sean mal pensados- para, más que sobrevivir, dedicarse al bien vivir. Y es que nuestra ratita es muy sensible al clamor de los ciudadanos que añoran los espacios verdes y las zonas libres que pretenden ocupar los jirones de la pobreza extrema, la que carece de techo que acoja sus noches soñadoras. Son una especie de cucarachas kafkaianas que ahuyentan a los visitantes y turistas, algo repugnante a erradicar. Al director del razonable periódico le parece correcta la propuesta de nuestra protagonista: es pura hipocresía criticar tan feliz idea, ya que la gente de otra etnia “dan una imagen que es la que es”.
Parece ser que de nada sirve la opinión de las asociaciones judiciales que advirtieron que dormir en la calle no es delito y que nadie puede obligar a estas personas a que pernocten en albergues. Todo es “un brindis al sol”, ya que nunca se podría expulsar a esas personas, lo que supondría una “privación de la libertad deambulatoria, protegida por la Constitución”. Por el contrario, se debería  “pensar en la dignidad de las personas, porque la solución pasa por diseñar mecanismos de protección social”. Es inútil ocultar la fealdad de la pobreza con procedimientos de la leva medieval, cuando la justicia ordenaba esconder a lisiados e inválidos para que no recordasen los horrores de la guerra.
Lo malo de nuestro cuento es que hay muchos imitadores de esta fiebre de limpieza. A falta de un partido a lo Marine Le Pen, nuestro patio está pletórico de beatíficos finados fernandez que se alegran del archivo de diligencias penales por los sucesos melillenses y de otros aventadores externos que proponen como solución hundir en Libia los buques utilizados por las mafias para el traslado de inmigrantes en el Mediterráneo. Es una buena manera de criminalizar la pobreza y el desvalimiento, ante la imposibilidad de esconderlos bajo nuestras sucias alfombras. Es una solución –corta de miras, pero solución al fin y al cabo- de claro matiz estético. Nada de tintes cristianos, ni tan siquiera éticos. ¿Para qué, en este mundo globalizado por la insensibilidad y la cultura del descarte? Basta con que los votemos. No faltaran votos pues, precisamente, soluciones a la pobreza de este estilo, no serán viables, pero sí atractivas para despertar simpatías de los sectores más radicales de nuestros votantes.
Hay otros ejemplos xenófobos o excluyentes en esta semana, para no perder la costumbre. En el exterior (la Justicia europea avala prohibir a los homosexuales donar sangre: ¿darán mala imagen a los turistas?, mientras el Frente Nacional francés grita a los inmigrantes: “Dejad nuestra tierra”) o en nuestro interior donde parece renacer pujante la vieja censura (el ministro de Justicia  abre una reflexión sobre la necesidad de cerrar la boca a los medios de comunicación: nos vamos a enterar cuando entre en vigor la ley mordaza). En todo caso, entran dentro de las posibles medidas para erradicar estas nuevas invasiones de los bárbaros, esta vez procedentes de la negritud o de los que huyen de las guerras en Libia o en Siria. Pero, no hay que preocuparse: se resuelven con la muerte en el Mediterráneo.
Es consolador, en todo caso, ver que un centenar de personas de diferentes razas, nacionalidades y edades, se congregó el pasado miércoles, a las puertas de la catedral, en un acto de unión, especialmente con las víctimas que han perdido la vida en aguas mediterráneas. Distintos colectivos -HOAC, Jaén Acoge, Proyecto Rajab, Amnistía Internacional, Secretariado Diocesano de Migraciones-  que luchan por la igualdad, la justicia y para erradicar las causas de la marginación, de la pobreza…Rodeados de símbolos de unión -mapas de África y Europa, caminos y puentes, agua y flores-, se oyeron textos y canciones, como aquella de Chambao que nos habla de papeles mojados: “Muxos no llegan, sehunden sus sueños, / papeles mojaos, papeles sin dueño”.
Ante ello, sólo cabe, como ha dicho Francisco, “actuar con decisión y prontitud, con el objetivo de evitar que este tipo de tragedias vuelvan a ocurrir”, mientras recordaba que “son hombres y mujeres como nosotros, hermanos que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras, que buscan una vida mejor. Buscaban la felicidad”. Sería preciso ser incluyentes, “mojarnos” e implicarnos en el trabajo por la justicia, construyendo puentes, quitando fronteras, abriendo albergues, surcando caminos…