La inocencia perdida Imprimir
Escrito por Salvador   
Lunes, 25 de Enero de 2016 00:13

Pues, a semejanza de aquellos tiempos,  les diré los pecadillos de esta semana, por si tenemos ocasión de gozarnos otorgándoles el perdón que se merecen.


Algunos han sido de los llamados veniales –y, por ello, de fácil remisión- como el cometido por el Ministerio Público del caso de las tarjetas black, que ha tardado sólo un “ratico” en solicitar cuatro años y medio de cárcel para Rato y seis para su antecesor en Bankia, el muy conspicuo Sr. Blesa. No hay que preocuparse porque casi las mismas peripecias se dan en el caso de la Sra. Ciscar, directora del museo valenciano, imputada por malversación, prevaricación y falsedad en su gestión durante los años 2004 al 2014 del IVAM. Asimismo, es de esperar que sigan igual curso, rápido y expeditivo, los recientes destapes de los temas  de la quiebra de Abengoa –con el Sr. Benjumea, a quien le han embargado hasta el ciclomotor- y el de la empresa estatal Acuamed, en el que está implicado, por  participar supuestamente en la reunión en la que se pactó una compensación ilegal de 40 millones a FCC, el Sr. Ramos, Subsecretario de la Vicepresidenta en funciones, si bien es verdad que ha presentado de inmediato su dimisión. De momento, ha servido para constatar que la corrupción sigue hoy tan viva y pimpante como es de desear. ¡Ah, se me olvidaba, por la costumbre!: acaban de imputar –por primera vez en nuestra impoluta democracia- a un partido político, incluida su tesorera, por el tema de la destrucción de los discos duros de Bárcenas. Como ha dicho Cifuentes “nos ha sobrado corrupción”. Pero, se lo perdonamos a todos porque estas escaramuzas intrascendentes, a buen seguro, terminarán en aguas de borrajas.


Algunas otras transgresiones ya me parecen de mayor consideración, pero tampoco es como para rasgarse las vestiduras. Se trata simplemente del trapicheo que se traen entre manos los partidos a los que supuestamente hemos votado para que solucionen los problemas que nos aquejan. Parecía que estábamos guardando las formas y esperando los tiempos normales en estos casos y, de repente, nos sorprende el mago de las tablas Pablo Iglesias –que se lo tenía callado bajo la excusa, nos quiere convencer,  de la cortesía institucional- con la imposición de su gobierno de penenes a un Sánchez despistado,  lo que aprovecha Rajoy para “declinar” –¿en cual de las acepciones de la RAE: rechazar, reclinar, inclinarse, decaer, caminar o aproximarse a su fin y término…?-  la oferta real. A estos les vamos a conceder la benevolencia de mandarlos al limbo de los no tan justos, para que se purifiquen un poco y se enteren de lo que se traen entre manos, antes de entrar en materia. Porque a partir de la decisión del Rey, ya no cabían silencios ni verborreas, ni valen las excusas de la lista más votada  -que no te sirve de nada-, ni la evasiva de guardar los tiempos y las formas y, menos, el escudo de la casta. Ni tan siquiera nos deben preocupar las alharacas de los barones y sus varonías subterráneas. Son ganas de continuar la vieja política bronquista, con sus frases hechas, sus prejuicios y sus certezas que son simples tautologías, cuando no prejuicios seudo intelectuales


Pero, amigos, lo que, de verdad, me preocupan son los pecados mortales que nos deja esta semana borrascosas de la nueva política, que no sabemos si es política, politiqueo o simple espectáculo televisivo…A Iglesias –que se presenta como un supercasta y reclama una vicepresidencia y la mitad de los ministros, sonrientes en el escenario tan contentos de haberse conocido- fue encantador verle –a él, repartidor de “sonrisas del destino”- como un auténtico baladrón minusvalorando a una periodista con un despectivo “Precioso abrigo de pieles…”, que recordó al Aznar de sus mejores tiempos arrojando un bolígrafo en el escote de otra periodista. Por su parte, ahí están Rajoy y Sánchez sin margen de maniobra, ensimismados en sus rencores y sus odios enmascarados de supuestos movimientos tácticos. Parece que, algunos expertos comunicadores, montan sus numeritos y, en su caso, intentan ir a nuevas elecciones para ver si arrancan otro puñado de votos a costa de pesoe y ciudadanos. ¿Es que estamos ya en campaña electoral o en el trámite de investidura? Estas conductas, siguiendo con la analogía, serían merecedoras de lesa excomunión.


Pero no lancemos anatemas. Constatemos únicamente que, como sucedió con  aquella candidez de nuestra niñez, ya no somos los mismos porque el tiempo ha pasado y, sencillamente, hemos perdido la inocencia. Precisamente por ello, habría que pedir que no intenten embaucarnos. Ya está bien.  Dedíquense a lo que están llamados: a buscar el bien común de los españoles que, por supuesto, no es el particular de cada uno de los partidos del arco parlamentario, ni el de los señores Rajoy, Sánchez, Iglesias, Rivera, ni de los restantes Diputados o de los que, en la sombra, les animan o les acechan.  Lo que prima es el interés de cada uno de nosotros, de todos los ciudadanos. Bien es verdad que, habrá que repetir, se ha perdido la inocencia. Pero no somos tontos. Aunque lo  parezca.


Así es que dejen de empuñar las armas de la exclusión. Busquen la serenidad del corazón. No alimenten espacio para la soberbia. Dejen el rencor para los rencorosos. Y empiecen a dialogar en busca de la solución. Que está ahí. Solo hay que buscarla y ofrecerla. Que para eso los hemos votados.