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Lo uno por lo otro PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 12 de Mayo de 2014 00:03

 

No sé cómo se han ido, pero, de momento, los he perdido de vista. Es una gran satisfacción, se lo aseguro a ustedes. No sé si han sido quince o dieciocho, pero cualesquiera que fueren, los echo de menos.  ¿Dónde están y, lo que es más misterioso, cómo ha podido producirse el milagro? Es posible que me los haya quitado de encima, en parte,  porque es natural que sin alimentarse durante una larga estancia hospitalaria,  lo lógico es adelgazar a marchas forzadas. Y, en parte, porque una vez lejos de esa especie de tortura que es el estar internado, el miedo te impulse a cuidar el régimen alimenticio que te mantenga en forma. Pero, no estoy muy seguro de cómo he conseguido -no ya una esbelta figura-, tener, al menos, una agilidad que me permite un simple paseo sin el ahogo propio del sobrepeso.

De lo que sí estoy seguro, sin embargo, es de que los años –aparte de no pasar en balde- escapan  a tu voluntad y, lo que es peor: no perdonan y se te vienen encima, sin tu querer. Y sin piedad. ¡Qué tiempos aquellos en que parecía que eras dueño de tu salud! No pisabas un hospital ni por equivocación, los resfriados se curaban a pleno pulmón y en camisa… Incluso, ni tenías necesidad de evitar las tardanzas de la Seguridad Social mediante la suscripción de una póliza privada de asistencia sanitaria, que solía costarte un hijo de gallina… y medio.

 

Lo cierto es que –como consecuencia de lo anterior- mis relaciones con los medios asistenciales han sufrido un cambio radical. Por lo pronto,  me he convertido en asiduo visitante de las salas de espera hospitalarias.  Ello tiene un efecto beneficioso: en ellas me entero con fidelidad de lo más esencial de la actualidad diaria y me evito estar pendiente de otras fuentes de información, ya que, en las antesalas de espera -en que se han  convertido los pasillos de los Centros de Salud-, se escuchan los más deliciosos comentarios sobre el quehacer, no sólo de nuestra ciudad, sino de todo lo que sucede a nivel de actualidad. Amen de los cuchicheos familiares, que son los más sabrosos.

 

Así, disfrutas al unísono con las abuelas -que se cuentan las bondades de los nietos-, con las madres –que se desesperan con las leves dolencias de sus vástagos- y con los hijos –que corretean sin preocupación a lo largo de los pasillos, mientras los pacientes les ríen las gracias-, sin tener que inquietarte, aparte del gran dilema barsa-madrid, con las continuas peleas de las otras familias: me refiero, claro es, a las familias políticas, en las que esta semana ha tenido lugar la gloriosa reconciliación de la familia popular con su Presidente de Honor aunque éste, pese a ser el objeto de la adulación de la plana mayor,  no haya merecido ser citado como asistente a la presentación de Arias Cañete por  el periódico oficial del Sr. Rajoy. Lo mismo que en nuestro caso: la verdad es que no se ha comentado tan emotivo evento entre los que esperábamos entrar a molestar a la médica o a la enfermera. Y es que,  en las esperas de los dispensarios,  se comenta la actualidad, pero desde una perspectiva diferente a la de los medios de comunicación  -tan doctorales como desinformantes-  o del reducido grupo de intrigantes que estamos interesados en temas tan específicos y aburridos, que a la mayoría -y, en concreto, a los pacientes en espera- les trae sin cuidado. Si acaso, alguna apostilla a los temas de  corrupción más mediáticos. Por ejemplo, esta semana, el caso de la Pantoja: ¡lo que quieren hacer con la pobre Rocío!

 

Por este motivo, tampoco ha sido objeto de interés, entre la variopinta gente que merodea en las antepuertas de consultas y dispensarios, lo que concierne a la Sra. Magdalena Álvarez (por partida doble: los ERE andaluces y el AVE catalán). Por ello, me van a permitir –en estos momentos en que no está mal visto hablar descuidadamente del PSOE-  que les resuma lo que he leído en los periódicos, he escuchado en las emisoras de radio e, incluso, he visto en las distintas cadenas de televisión.

 

Por lo que se refiere a su intervención durante el tiempo en que fue Consejera de Economía andaluza, ya sabemos –por lo menos el diario regional de la RTVE lo ha repetido en más de una ocasión- que la Audiencia de Sevilla ha confirmado su imputación en el caso de los ERE fraudulentos. “Estamos analizando muy en serio la información", afirman fuentes del Banco Europeo de Inversiones (BEI),  del que ella es vicepresidenta.  Abundando en esta última cuestión, el ministro De Guindos, ha sugerido que debe abandonar su cargo en la institución, para lo que apeló a la “responsabilidad” de Álvarez para dejar el puesto una vez que su imputación se ha tornado “firme”. Con independencia de las dudas que pueda suscitar la dimisión de personas simplemente imputadas pero no declaradas culpables, me resta una pequeña perplejidad: saber si esta diligente actitud de nuestro Ministro es un caso de responsabilidad selectiva o, simplemente, un comportamiento distinto de la tolerancia observada con numerosos imputados de su partido en causas judiciales.

 

De todas formas, el problema es saber si se puede eximir a los políticos de rendir cuentas del uso de caudales públicos, hasta esperar al resultado final de los procesos judiciales. Por ello, sería necesario preguntarse sobre la conveniencia de renunciar voluntariamente de los cargos políticos que se ostenten. Sin perjuicio de otras consideraciones, mi particular opinión es que Magdalena Álvarez debería ejercer el noble derecho a la dimisión, sin más dilaciones. Por decencia pública.

 

Ella –al momento en que escribo este comentario-, no está por la labor. Y ello, pese a que se ve involucrada en otro tema de corrupción: el de la contratación y ejecución del AVE Madrid-Barcelona. Y se ha conocido últimamente que la inspección de Fomento alertó en 2006 del coste inflado de las obras, emitiendo un informe en el que se pedía la paralización de las mismas y el reintegro de pagos, sin que la Ministra Álvarez atendiese dicho informe.

 

En todo caso, ya les digo: a ninguno de mis colegas pacientes parece que les importe este tema. Y a mí me queda la pena de que, con tantas noticias sobre la corrupción que atenaza al PSOE, no me haya dado tiempo a regocijarme con las bondades del PP. He llorado tanto por las cuitas de la Sra. Álvarez, que no he tenido tiempo de lamentarme de las de los populares. Pero no hay problema: Así es que, vaya lo uno por lo otro. Es como la vida misma: han llegado los años y se han ido los kilos. Bien vale lo uno por lo otro.