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Viña del Mar PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Lunes, 04 de Julio de 2011 23:13

 

El día sexto fue dedicado al recuerdo de años pasados. Fuimos a Viña del Mar, donde Francisca estuvo algún tiempo atrás, ya que no podíamos –por las distancias y los costes del desplazamiento- volar a Osorno, otra de sus residencias en Chile.

Empezó la jornada con una espera en el hall del convento, mientras llegaba el Autobús que nos llevó a la excursión de la jornada, acompañados en esta ocasión por la hermana María, la mejor cocinera de Chile. El buen humor y la alegría eran comunes, como en todas las ocasiones, y después de dejar atrás las estribaciones de los Andes, llegamos a la ermita que se conoce como de los Vazquez, lo que nos recordó la ausencia de Miguel que no pudo desplazarse con nosotros a causa del ingreso de María en el Hospital de Ronda. Después de unas canciones, continuamos en camino hasta llegar a Valparaíso.

 

Allí, cambió la situación con un ambiente parecido a nuestra Costa del Sol. Grandes avenidas, arcos de entrada, un original monumento a la Mina o al Minero, casas de vivos colores, llegada a la plaza central, visita al puerto, monumento a Colón, fotos de rigor con los marineros, uno de los muchos perros callejeros durmiendo plácidamente, otro tomándose un helado en las heladerías Grido, monumento a Arturo Prats héroe de 1879, monolito en recuerdo de los exiliados del 39…

 

Largo trayecto hasta las bravas playas de Viña del Mar, donde almorzamos, un poco decepcionados porque la parrillada de los célebres mariscos chilenos, nos salió por peteneras. De todas maneras, firmamos en el libro de vistas y yo, que fui el último, dejé escrito simplemente “Extraordinario Gaucín (Málaga) “.

 

Volvimos sobre nuestros pasos y nos dirigimos al asilo de ancianos de la casa madre de Viña del Mar, donde el recibimiento fue apoteósico: piano, coro de ancianos, cánticos, lectura de ofrecimientos, versos que hacen referencia a buscas de flores de santidad, 50 años de servicios –“qué rica mina, qué grande don”-  y renovación de promesas.

 

Fueron horas de acogida, con la Buena Madre, sor María de las Nieves (granadina de pro),  a la cabeza y con la asistencia de la hermana que había tenido la suerte de ir a la beatificación de Juana Jugán, por haber sido agraciada en el sorteo en que entró mi hermana. Hubo chicas y grandes y nos hicimos un montón de fotos con el 50 a la espalda pero muy presente en nuestras alegrías.

 

Regresamos a Santiago, de noche, pero encantados.


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