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Escrito por Salvador   
Miércoles, 27 de Febrero de 2013 23:17

 

 

La Zorrera última, en la que me refiero a cuestiones de los últimos meses, se hacía tan extensa que preferí desgajar de ella una serie de noticias que tienen un transfondo cultural, que es una de las características de nuestro pueblo. Evidentemente, el ámbito cultural es mucho más amplio que el que se reflejan en estas notas, pero sería necesario que yo tuviese tiempo disponible para ello o que los afectados me enviasen las notas bibliográficas, las reseñas de sus actos conferenciales, expositivos, de presentaciones, etc.

Sin más preámbulo, empezaré a dar cuenta de la presentación del Video “Serrana de Gaucín con Havaraleras” que corrió a cargo del propio autor de la letra y música, Francisco Javier Prieto Martín, Francis Prieto “El Lince”, nuestro flamenco de cabecera. En el audiovisual, con exteriores en el Castillo de Gaucín, aparece Francis tocando una Havaralera de su creación. Ha sido editado en Londres, en septiembre pasado, bajo la dirección de Vera Hochklofer y Plácido Muñoz, nuestro paisano. Puede ser visto en el siguiente enlace

http://www.presentacionaidiovisualserranadegaucin.com/

En la Sala de Exposiciones "El Cuartito", que regenta Francis Prieto, se inauguró el 8 de diciembre pasado, la exposición fotográfica de la gaucinense Luz Nieto denominada “Pequeñas Delicias”. La nueva promesa que aumenta el censo de artistas de nuestro pueblo, presenta dos bloques: uno dedicado a paisajes de Gaucín y del Valle del Genal, donde encontraremos fotos en tonos suaves y de color azulado; y otro, que lo componen una serie de fotos en estilo abstracto, de colores vivos muy llamativos. Coincidiendo con el día de la inauguración de “Pequeñas Delicias” cumplió “El Cuartito” un año desde que se inauguró la exposición titulada; “Imaginario” del artista local Paco Benítez (8 de diciembre de 2011); le siguió la pintora inglesa afincada en Gaucín, Jennifer Waterhouse (inauguración, 5 de abril de 2012), más tarde expuso Paddy Robinson, participando “El cuartito” en el evento cultural “Estudios Abiertos” organizados por la asociación Art-Gaucín (31 de mayo de 2012), y la última exposición fue titulada; “Gaucín 4 Miradas”, colectiva que conformaron los artistas locales: Stephanie Thompson,  Jennifer Waterhouse, Paco Benítez y yo mismo (inauguración, 1 de septiembre de 2012).

 

Recientemente, del 9 al 23 de febrero y en la misma Sala, ha expuesto el artista gaucinense Francisco Medina “Paco Gururgú”, una interesantísima muestra de Cerámica y Forja.

 

En el reportaje que acompaña a este artículo, que se puede ver en

 

https://plus.google.com/photos/118184867089338388542/albums/5810456522048511601

 

también incluyo una fotocopia del trabajo  “Algunas consideraciones sobre el articulo 811 del Código Civil”, debido al Magistrado del Tribunal Supremo, mi tío, Joaquín Domínguez de Molina, junto a la dedicatoria autógrafa que hizo a su sobrino, mi primo Carlos Faura Martín, una de cuyas hijas, Carmen, ha tenido la amabilidad de enviarme. Junto este recuerdo a quien fue un insigne jurista, un modesto testimonio del artículo “La silenciosa soledad” que dediqué en Ideal a mi amigo El Lince, así como reseña de la inauguración del Curso Académico del Instituto de Estudios Giennenses y una fotocopia del Almanaque que este año ha editado la Congregación de las Hermanitas de los Pobres para su distribución en Chile, en el que me complace ver a mi hermana Francisca (le acompaña la foto original).

 

“Versos desde el Sur” es el título del primer poemario que ha publicado nuestro paisano Antonio García Corbacho, hijo de Salvador García Corrales, quien fue Alcalde de Gaucín en los inicios de los años sesenta del siglo pasado. Durante su mandato fui nombrado  Secretario del Ayuntamiento, recién superadas las oposiciones. Por ello, y por la gran amistad que nos profesábamos, me ha congratulado prologarle el libro, así como preparar unas palabras para el día de la presentación (el 8 de diciembre) que inserto al final de este artículo. El acto fue un éxito al que, por razones de salud, no pude asistir, por lo que fue mi hermano Jesús quien tuvo la amabilidad de dar lectura a mis palabras, así como dar buena publicidad del evento en su página de Factbook.

 

Otro acontecimiento que tiene que ver con nosotros es la publicación del libro “Ideas que matan” de Mercedes Fernández-Martorell (Barcelona 1948),  experta en violencia machista. Con su teoría presentada en “La semejanza del mundo” (2008) ha revolucionado la antropología al ofrecer un nuevo enfoque sobre cómo los humanos construimos nuestro significado. Con el documental que ha escrito y dirigido “¿No queríais saber por qué las matan? POR NADA (2009)” –que se puede buscar en Google-  ha influido en la percepción del maltrato machista en España, México, Venezuela y Argentina. Muestra que la violencia de algunos hombres contra las mujeres se da independientemente del lugar social que ellos ocupan. Profesora de Antropología en la Universitat de Barcelona y analista de la construcción de la identidad humana y flujos urbanos, Directora de los grupos de investigación Observatorio sobre la Construcción y Recreación de la Identidad Humana y Sobre el Maltrato Machista, ha publicado entre otros libros “Antropología de la convivencia” (1997), “Crear seres humanos” (1996) y “Subdivisión sexuada del grupo humano” (1985). La nueva publicación “Ideas que matan” es un acto de resistencia desde la antropología al orden establecido.

 

Lo más importante es que Mercedes es oriunda de Gaucín, como ya estudié con detalle en mi artículo “La familia Fernández Ramírez” (Mi Gaucín, julio de 2011) y en su concienzudo estudio, estructurado en forma de diálogo con sus alumnos, presenta al personaje central de su exposición a una tal “Carmen” de la que dice es oriunda de nuestro pueblo, al que cita reiteradamente, a cuya antepasada (su tatarabuela, una cupletista que tuvo una hija en Gaucín siendo soltera y emigró a Valencia y posteriormente a Barcelona) pone en el centro de la cuestión central de su exposición: los problemas de identidad  de Carmen, perteneciente a tres generaciones de mujeres que han procreado con hombres que no han reconocido legalmente a los hijos, y que hace exclamar a su padre “mi familia empieza en mí”. A partir de la página 142 empieza un relato de los antepasados de la imaginaria Carmen, cuya tatarabuela nos dice que nació en 1836 en nuestro pueblo, y desde ahí cuenta su periplo por Gaucín, de la mano de Francis Prieto, gracias a mi “mediación y ayuda” como me dice en la cartulina que acompaña a la remisión de su libre. Esto le ha permitido “hurgar en su vida con éxito” –según me dice halagadoramente-  y sus frutos son las consideraciones sobre el por qué algunos hombres maltratan y matan a las mujeres: las relaciones que se elaboran entre poder y construcción de la diferencia de sexo permiten observar los motivos de este destrozo entre humanos. Francis le ayudó a encontrar el auxilio que Carmen debió recibir de los hombres para huir de Gaucín, ante la insolidaridad de las mujeres de aquellos tiempos. Recomiendo la compra y lectura de tan interesante libro.

 

Como vamos de libros, os doy cuenta de los siguientes:

 

Del que ha editado recientemente la Diputación Provincial de Jaén “Fondo Artístico de la Diputación de Jaén. Pintura y Escultura”, de Manuel Urbano Pérez Ortega, en el que se me incluye con una breve referencia biográfica entre los pintores foráneos, con dos cuadros en la pinacoteca provincial: “En las mañanas” y “Pared de Gaucín” (pgs.334 yt 282, respectivamente). Como podéis figuraos me satisface muchísimo que el nombre de nuestro pueblo quede para la posteridad en un libro de esa categoría.

 

No recuerdo si ya os hablé de otro libro, publicado en noviembre pasado, bajo el título de “Pensando en Jaén”, en el que hemos colaborado varios autores giennenses. Mi aportación ha sido un pequeño poema, inspirado en la Fuente de los Caños –me recordaba nuestra majestuosa Fuente de los seis caños- , titulado “Los Caños”, como podéis ver en el reportaje.

 

Traigo a este artículo dos trabajos de mi hijo Salvador, de uno de los cuales “La Gestión Urbanística en Andalucía” –un trabajo colectivo de varios especialistas en la materia- él es el coordinador. Iba a hablar asimismo de las últimas publicaciones de mi hija Maite, pero me abstengo por su extensión, remitiéndoos  al ordenador de Ciencia Bibliográfica DBLP de la Universität Trier, Lebniz-Zentrum für Informatik.

 

Asimismo me alegra constatar la aparición de dos nuevos libros de mi hermano Teodoro. Uno, “Treinta años después”, en realidad, es la segunda edición de un relato autobiográfico que refleja fielmente la vida de nuestro Gaucín, en los años 50-70. El otro, es la versión libre en romance –como él la llama- de la segunda parte del “Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, que esta vez intitula como “El caballero de los leones”, un verdadero deleite para releer a Cervantes.

 

Y, para finalizar, dos nuevas ediciones de mi insistente hobby, “Carmen” de Mérimée; una, de Alianza Editorial, 2006, con prólogo de Alicia Mariño Espuelas –que hace un estudio escueto pero certero de la heroína de la libertad y dueña de sus amores, que le recuerda a Marcela, una de las mujeres emblemáticas del Quijote que nos recordó aquello de “yo nací libre y para poder vivir libre, escogí la soledad de los campos”-; la otra, en idioma francés, es una publicación de Le Livre de Poche, en su colección Les Classiques de Poche, 1996, con una larga y documentada Introducción de Jean Balsamo e ilustraciones de la época. Son dos regalos que me hizo mi hija Pilar, que me las trajo de su último viaje a Francia.

 

 

Por hoy, creo que está bien. A  continuación, si alguien quiere y tiene tiempo, puede echarle un vistazo a las palabras que escribí para la Presentación del Libro de Antonio García Corbacho, aquí las tiene:

 

 

 

 

PRESENTACIÓN

 

 

 

 

 

 

Queridos gaucinenses, amigos de la poesía:

 

 

Desde la lejanía, me vais a permitir la osadía de ayudar a dar los iniciales

pasos al primer poemario de nuestro común amigo Antonio García Corbacho.

 

 

Por ello, antes de nada, dos ruegos: que perdonéis las deficiencias física que me impiden dar la cara en este emotivo acto y que asimismo perdonéis la “cara” que tengo –dicho en términos coloquiales- para atreverme a presentar el nacimiento de un autor sin tener más título que la amistad y la común nostalgia de la tierra de nuestros amores.

 

 

Antes de iniciar formalmente la presentación, me haría esta pregunta: ¿Qué hacemos aquí esperando las primicias de un libro de poesía? He dicho de poesía, aunque parezca extraño.

 

 

No estamos aquí para contemplar un desfile de moda pret-a-porter, esto es, moda producida en serie con patrones que se repiten en función de la demanda de la calle. No, amigos, en un libro de poesía nada se repite a gusto del personal. Tampoco  nos reúne una conferencia de prensa para escuchar a Messi o Cristiano, porque no hay nada más lejos de las bambalinas que el quehacer sencillo y a ras de tierra de un poeta. Ni tan siquiera nos convoca un político al uso para exponernos su programa, dispuesto a ser incumplido, porque un poeta siempre cumple consigo mismo y con sus lectores.

 

 

Amigos, estamos intentando escuchar a un maestro que pretende hablar en poeta.

 

Por eso, aunque es obligado en toda presentación académica hacer una referencia del lado humano y profesional de la persona que es foco del acto,  no voy a caer en esa tentación, pues sería de lesa traición intentar siquiera hacer un cumplido de la figura de Antonio García Corbacho. Todos los aquí presentes lo conocemos y sería un atentado a su modestia  relatar su bien hacer. A mi me basta con recordaros que es un maestro (ahora los llaman profesores de primera enseñanza), un maestro cuya misión básica ha sido y es enseñar con la palabra –lo que tiene bien probado nuestro amigo a lo largo de su vida profesional- y cuya ilusión en el presente es enseñar con la literatura, que es la palabra escrita. Ha sentido la necesidad de compartir con los demás lo que bullía en su interior, porque las ideas precisan ser compartidas con los demás y no sólo con los coetáneos –la palabra oral-, sino también por la escritura que le dará perdurabilidad a lo que produce nuestro cerebro.

 

 

Y, entre las manifestaciones de la palabra escrita, la más interesante –y ciertamente la más difícil de expresar y comunicar- es la Poesía, que es lo que se refleja en este libro que hoy nos regala el maestro García Corbacho.

 

 

La Poesía es una realidad en sí misma, porque contiene nuestros goces y nuestros sufrimientos, y esa relación con la existencia le da un carácter que va más allá de la propia literatura. En su discurso de recepción del premio Cervantes, nos decía el poeta Gamoneda que le  interesaba  precisar  que el pensamiento específicamente poético se distingue del pensamiento discursivo, reflexivo o de cualquiera otra especie, en que procede de lo Desconocido -de lo desconocido incluso por el propio poeta- y en que lo revela; en que realiza lo irreal; en que puede crear lo que no existía; y en que se hace. Yo, en mi pequeñez, he argumentado en alguna ocasión "que no sé lo que sé hasta que no me lo dicen mis propias y ya escritas palabras". En este sentido, es insegura y precaria la identificación absoluta de la poesía con los procedimientos versales,  por lo que la distinción entre verso y prosa es, a los efectos poéticos, poco menos que trivial. En todo caso, lo importante es unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales, algo equivalente a la metáfora en todas sus modalidades. ¿Caben alardes de mayor belleza e ingenio que aquellos que el ámbito metafórico puede abarcar? ¿Podría el vasto dominio de lo poético prescindir de tan sutil herramienta de líricos efectos?

 

 

Pues,  bien, Antonio, como poeta, piensa en metáforas; ve la realidad en imágenes, en música de versos, en versos de música. Es un oficio delicado, que el maneja a la perfección y que requiere especial sensibilidad para espigar nombres, adjetivos, verbos y sus armonías, sus ritmos. Ese mezclar sensaciones, ese sabio jugar con los 'efectos especiales' de la Literatura, esa pretensión de conseguir una atmósfera de misterio, se hacen realidad en este su primer intento poético. En el que parece que ha llegado a la misma comprensión que manifestaba Gamoneda cuando nos hablaba de sus intentos poéticos:

 

 

… Yo comprendía

todas las cosas como se comprende

un fruto con la boca, una luz con los ojos.

 

 

Así de sencillo es el versear de Antonio García; no importa su esmero por la consonancia, ni el escrúpulo de la métrica, pues sus versos abren las puertas a lo más íntimo y nos desbordan. En verdad que Antonio, desde sus raíces, nos pone en comunicación como en un  lamento, descarnadamente, con los jornaleros, los vaqueros y las mujeres de su Gaucín de la infancia, a la sombra del Peñón, más allá del éxodo, que le hace recordar:

 

 

Al verlo pensé que ya logré sin gran sobresalto

olvidar los colores de las estrellas…

dejé un resquicio abierto para el recuerdo

y me quedé mirando, lejos, la sierra,

para que no me pierda si un día vuelvo…

sólo queda un pedazo de desengaño

que sigue germinando año tras año

cambiando la alegría por la tristeza.

 

 

La poesía en él se caracteriza por una gran riqueza de fantasía y una exquisita belleza temática y conceptual, al tiempo que realista por limitarse a contarnos lo que observa en su derredor. Pero, con tanta delicadeza que nos atrapa de inmediato y lo sentimos como algo nuestro, como algo que ya hubiéramos vivido anteriormente en nuestra intimidad.

 

 

El esquema de la obra –como ya explicito en pormenor en el Prólogo que también tuvo la amabilidad de encomendarme- está dividido en tres partes (Mis raíces/ Mi lucha/ Mis sentimientos), pero la verdad es que hubiera valido sin esa distinción, pues todo él esta impregnado de los mismos sentimientos contradictorios e ilusionantes, todo es un trasunto de su única lucha contra la injusticia y todo bebe de las mismas raíces: Gaucín y sus hombres y sus tierras.

 

Sobre todo, en la primera parte, que es una pura añoranza de su Gaucín, tan sencilla como certera, una radiografía poética que, pese a ser la menos extensa, bien merecía esta publicación. Después, se adentra en una guerra –“MI lucha”, la titula-  contra la pobreza, la marginación, la injusticia…siempre reivindicativa:

 

 

¡Ay, qué alegría, madre:

Mi Andalucía,

por Dios, no estaba muerta.

Sólo dormía!

 

 

Y, en ocasione con cantares que tienen un timbre flamenco:

 

 

Mil canciones flamencas

llevo en el alma.

Ecos del cante jondo.

Tormenta y calma.

 

Murmullos de dolores

y frustraciones.

Cantares que desgarran

los corazones

 

 

En la tercera parte –“De mis sentimientos”- desgrana todas sus aspiraciones, se interroga por todos los temas, duda, se contradice, se esclarece, vuelve a dudar, nada entre la vana esperanza y las promesas y vuela, vuela y vuela. Nos recuerda que “para ser feliz hay tiempo y hay tiempo para llorar”. Antonio es, para bien y para mal, pura contradicción, una duda, un preguntarse continuamente; se contagia de la inestabilidad que conmociona a nuestra sociedad, las vacilaciones frente a los retos que a diario se presentan en este mundo convulso y desorientado, que sufrimos en nuestras carnes. Recapacita sobre lo conveniente que es vivir en la duda y en la perplejidad y se asombra permanentemente ante el misterio de la vida. Desde sus versos, acogemos como se merecen la inseguridad que nos lleva a la esperanza y, en definitiva, el asombro que nos lleva de la mano a encontrar la verdad. Al tiempo que nos incita a ser positivos, a seguir en la brecha.

 

 

Y así, como una lanza, termina lo más sentido de este libro. Una súplica a “La Luna llena en Gaucín” que no tiene fin (Luna, detente un instante), un amor a la tierra que se plasma en “La Encina de Tres Pies” (allá, en la cumbre, / dominando paisajes y senderos). En todo caso, el deseo eterno:

 

 

El día que me muera,

quiero que desde allí se esparzan mis cenizas,

y caigan sobre el campo que cultivo.

Y mi afán de fundirme con la tierra

será verdad, real, definitivo.

 

 

No debo decir más. Os dejo con este libro que es un canto poético a la lejanía de la tierra natal, que arranca de los dolores y gozos forjados en la juventud del autor. Sus personajes están ahí, en larga espera hasta que Antonio los arranca –con una pintura verdaderamente poética- de su horizonte perdido, del silencio, y nos los muestra como un canto de esperanza, más allá del bien y el mal, de la vida y la muerte. Ello no es extraño, pues él dejó, a su pesar, su tierra natal y otras dolorosas experiencias y no ha cesado el lamento por tal desgarro. Ha vuelto a sus ancestros para seguir cantando el dolor y la alegría de sus personajes, con palabras sencillas pero certeras. Y la luz de la música recorre estas páginas y transita como un lamento por el alma del lector, que queda conmovido.

 

Por ello, y pese a ser la obra primeriza de un poeta novel, es un placer leerla con ojos de comprensión y afecto y agradecer su esfuerzo a un hombre que se caracteriza por su amor a su tierra y a sus hombre. Es como volver desde las alturas del Hacho vigilante, mientras los vientos gimen en afanosos  remolinos, para bajar con el dolor de los tiempos a morir en brazos de las viñas abandonadas de nuestro Gaucín.

 

 

Enhorabuena a Antonio y felicidades para todos nosotros que tendremos el placer de adentrarnos en la garganta de sus ríos y sus recuerdos,

 

que estallan en alas de mariposas alocadas

entre risas al viento y la mañana.

SALVADOR MARTÍN DE MOLINA