Así es la vida: Como un brasero cordobés, a los pies de la enigmática mujer. Trémula y desvalida, la larga existencia sale de la oscuridad, como una piconera ansiosa de magia y de ternuras
Si cumple su misión de calentar los espacios, las brasas se resguardan en cenizas generosas. Y el frío de la intemperie aviva las calores interiores que la paleta remueve en un eco de canciones. A veces está vacío junto a cercanas piernas y al corazón embravecido. Mejor hubiese sido colgarlo de la pared con su badila, fálica y sin estridencias, como un río de hormonas empantanadas. Rumor de inutilidades, olor a sepia desempolvada. Las casas ancladas a los ejidos y los huertos que suben por las paredes. Argamasa de cal descolorida y arena de cenizas en aguas descompuestas. Las fuentes lloran sus lagrimas por el arroyo sin opción a recogerlas en la atarjea de las esencias. ¡Ay brasero de mis entrañas! Siempre queriendo borrarte y sin poderte borrar. ¡Quién pudiera volver a ser brasa y fuego a la vez ahora que sólo me queda la ceniza y la vejez! |