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Reunidos en vuestra tierra PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Jueves, 29 de Octubre de 2009 22:39




Noviembre/2009

A nuestros padres, cuando han llegado 
a la eternidad de la luz y de la verdad




Ahora que habéis vuelto a mirar de reojo
las otras tumbas de vuestros padres
y esperáis que nuestras cenizas os acompañen,
dejadme un soplo de evocaciones.



No os preocupéis por el olor de las flores del camposanto.
Estad tranquilos en vuestros sueños, junto a las grises rocas.
Y esperad por poco tiempo nuestra llegada.
Sólo nos queda desgranar vuestras enseñanzas.



No es preciso recordar lo que se ha perdido 
en nuestras memorias infantiles, 
mientras fuisteis peregrinos de muchas tierras, 
en el Atlas, entre pinares del Guadalquivir 
y a los pies del palacio moro.



Ni quiero entristecerme
con las sisas a las pagas inexistentes,
ni con los paseos interminables
en la acera de la indigencia vergonzante.
Me basta, madre, tu inocencia nunca perdida
y la honradez de padre siempre presente.





Ahora me centro en los tristes recuerdos 
de vuestras despedidas.
Cuando dejasteis de sufrir y de soñar
en las frías salas del hospital impersonal, 
donde las nuevas ciencias os atraparon
sin dejaros descansar como en los años verdaderos.



Mientras contemplabais en un frío estremecimiento
el nerviosismo de nuestra soledad,
yo vi, padre,  tu virilidad abatida entre el sudario
y a ti, madre, te brillaba quebradiza la última lágrima de alegría.



Es probable que hayan pasado muchos días.
A veces los contemplo como una eternidad,
pero es posible que nada haya transcurrido.
En el entretanto, 
la esperaste íntegro como siempre fuiste
y ella se desmoronó al encontrarte.



Pero ya no importa nada y todo es necesario.
Ahora que estáis reunidos en vuestra tierra,
invitadme al gozo de la presencia.
Siéntate conmigo, si estas cansado 
de tanto paseo entre las nubes. Junto a mí,
para que me tome un descanso entre recuerdos.
No seas celosa , esposa y madre inabarcable.
Has de estar alegre y confiada.
Voy junto a ti para que veamos el partido del milenio.








Perdonad que baje a ras del suelo 
y desgrane un recuerdo intimista, 
sin que perturbe la tranquilidad de que gozáis. 
Y es que una sigue en el cielo de sus volcanes;
al otro no le pasa nada y ahora esculpe otras figuras más irreales; 
y qué queréis que os diga de él, si vosotros sabeis mejor que yo 
de sus entregas sin esperar nada a cambio; 
la niña absorbente sigue siendo desprendida en su corazón 
y del benjamín nada os diré porque en sus brazos os dormisteis. 
No, no me olvido de ellos, 
deseosos de acompañaros a mil consultas médicas,
mientras siguen esperando vuestras tiernas historias. 


Me hubiera gustado llevaros a Roma, 
a pesar de la jugarreta que os hizo al llevársela, 
pero temí que el vuelo entre las nubes 
no os sentara bien.
A cambio, os invito a merendar unos churros 
con el café de mis desencuentros, 
aunque me temo que no dormiréis esta noche.



Y esta tarde, 
en la tierra de nuestras cenizas,
mientras esperamos envidiosos
el reencuentro final, 
hemos de confesaros 
que en el aire permanece 
nuestra ternura.