En estos días previos a la presentación de “Nuevos Acentos”, la inquietud que me acompaña sólo desaparece si dedico mi tiempo a trabajar con el lado derecho del cerebro, que es en el que –dicen los expertos- anidan los sentimientos más subjetivos e intemporales, en el que arraigan las formas y espacios que “permanecen sin nombre”.

Hasta que los expresas en trazos pictóricos o los verbalizas o plasmas en el blanco papel hasta que se convierten en un apunte en colores o en versos, mientras permaneces absorto en estado intuitivo, relacional, independiente del tiempo, desconectado del espacio, olvidado del lado izquierdo del cerebro, aquel que analiza, razono conforme a la lógica, planea, en una palabra, domina. Si dejamos de ser calculadores, analíticos y objetivos, podemos aislarnos del mundo, ser felices por unos instantes y plasmar lo que nos sale de dentro. Aunque sean cosas tan simples como diez haikus.

1
la paloma gris
se posó en la estatua
y ella le sonrió

2
iluso abuelo
anhelante buscaba
que le quisieran

3
ya no recibes
regalos de Navidad
te jubilaron

4
que triste te veo
en la sala de espera
mientras dormitas

5
genio y figura
hasta la sepultura
qué desventura

6
los niños cantan
mientras juegan al aro
de sus diabluras

7
por las azoteas
asoman las sábanas
que mi sien blanquean

8
en la tenue luz
las guitarras del alma
se templan mejor

9
Dimas y Gestas
uno enfrente del otro
ladrones de amor

10
sin gran esplendor
en el templo indigente
se reza mejor

Las ilustraciones son las tres última acuarelas que han salido del lado derecho del cerebro.