Al contemplar el espectáculo apasionante de los tejados, que incluí en mi última Zorrera, "Feliz Año Nuevo", me han surgido estas consideraciones, a las que titulo como "GAUCÍN 2". Os invito a soñar, que a eso se parece la poesía.

 

Un ejército disciplinado

de tejas árabes, verde sobre rojo,

con sus barbas de glicinias

ondeando al viento escarchado

de la madrugada.

 

Las persianas moras en los balcones

esconden las intimidades del ayer

y un ventanuco que intenta asomarse al hoy,

infructuosamente, como la cal

que no es capaz de  borrar el paso del tiempo

en los murallones de los patios.

 

Las escaleras, quebradas en su ascensión,

bajan precipitadas desde la azotea

y el mirador de la solana se queda

enrejado de rojos ladrillos

sin que nadie se asome al pretil

ni al futuro.

 

Apenas  barrunto un amago de humo

brotar quebrado 

por la chimenea de las sorpresas,

mientras se quita la chistera

de adobe, que le sirve de sombrero.

 

Tan solo estoy que no oigo

el ajetreo del bar que anuncia

un mugriento y amarillo rótulo.

Ni  siquiera veo el tronco de los árboles,

ni los hilos desmantelados de sus aisladores

en un abandono insolidario.

 

Echo de menos el vuelo del pájaro

de la mañana y el canto

del petirrojo diligente.

Sólo percibo

una quietud que corre alocada

sin saber el destino que le espera.

 

Contradictoria existencia, 

silenciosa de siglos

pasados y venideros,

que lanza un implorante grito.

Todavía nos queda el farol

en la esquina de la noche.

Y un trozo de cielo

azul, festoneado de nubes.