Imágenes

miguelcdelrio.jpg

Contador de visitas

mod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_countermod_vvisit_counter
mod_vvisit_counterHoy61
mod_vvisit_counterAyer98
mod_vvisit_counterEsta semana61
mod_vvisit_counterSemana anterior653
mod_vvisit_counterEste mes474
mod_vvisit_counterMes anterior1686
mod_vvisit_counterTotal1028208

Visitantes en línea: 5
05-05-2024

Busca en mi página


Designed by:
SiteGround web hosting Joomla Templates
El viejo tronco de la amistad PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Miércoles, 26 de Mayo de 2010 00:02
 
 
 
No se tan siquiera si estás ahí
pero he despertado pensando en aquellos días
a la vuelta de la esquina de medio siglo,
sin que importe la lejanía de los espacios recorridos.



Hacía un frío de mercados oscuros y solitarios
que sólo permitía pensar impuestas ilusiones,
mientras hacíamos carreras sin premio
arriba y abajo por  el centro del bulevar,
en el albero hoy devorado por los coches.
Él buscaba una pensión sin expectativas
y nos esperaba cinco copas por delante.
Todavía me pregunto como lo alcanzábamos
sin caer en redondo bajo las barras
mugrientas de aquellos tiempos.


Quizá nuestros días abrían ventanas
sobre horizontes nunca vistos
y los amores serenos y los fugaces
titilaban sobre las estrellas de las carnes trémulas
al tiempo que se refugiaban en las resecas frustraciones.
Luego zarpasteis en un barco pesquero
con un godo baúl por equipaje,
que se perdió entre las islas 
en tanto que las carnes y los pescados
se sazonaban con mojo picón y salsa verde,
hasta que volvisteis a tierra firme.


Todavía rememoro los viajes amistosos
a la orilla lluviosa del pequeño río,
mientras en la plaza se abrían las novedosas
danzas vascas a la vista de la anteiglesia,
quisiera recordar de losas grises y pétreas paredes.
Y aquellas largas charlas
recapacitando del misterio de estrellar huevos
en las paredes de los leves desencuentros, 
mientras tu corpulento y risueño cuerpo
se balanceaba ante la frágil fortaleza de ella.

Todo empezó a atenuarse
en las esporádicas visitas a la plaza de Santa Ana
para retratar  nuestras estatuas con las del poeta.
Me pregunto avergonzado  cómo es posible que olvidara
al hombre del clarinete, del que escribiste
los mejores registros que llegaran al alma.
La riqueza en matices de sus timbres
-sin que me diera cabal cuenta de sus raíces-
me enseñó a soñar con voz versátil
cómo interpretar un pasaje de Mozart.




Pero nada importa:
intentaré reencontrar el tronco de la amistad
para que en mi corazón
no envejezcan los sauces.
 
 
A José Antonio 
.