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El viejo tronco de la amistad |
Escrito por Salvador |
Miércoles, 26 de Mayo de 2010 00:02 |
No se tan siquiera si estás ahí pero he despertado pensando en aquellos días a la vuelta de la esquina de medio siglo, sin que importe la lejanía de los espacios recorridos. Hacía un frío de mercados oscuros y solitarios que sólo permitía pensar impuestas ilusiones, mientras hacíamos carreras sin premio arriba y abajo por el centro del bulevar, en el albero hoy devorado por los coches. Él buscaba una pensión sin expectativas y nos esperaba cinco copas por delante. Todavía me pregunto como lo alcanzábamos sin caer en redondo bajo las barras mugrientas de aquellos tiempos. Quizá nuestros días abrían ventanas sobre horizontes nunca vistos y los amores serenos y los fugaces titilaban sobre las estrellas de las carnes trémulas al tiempo que se refugiaban en las resecas frustraciones. Luego zarpasteis en un barco pesquero con un godo baúl por equipaje, que se perdió entre las islas en tanto que las carnes y los pescados se sazonaban con mojo picón y salsa verde, hasta que volvisteis a tierra firme. Todavía rememoro los viajes amistosos a la orilla lluviosa del pequeño río, mientras en la plaza se abrían las novedosas danzas vascas a la vista de la anteiglesia, quisiera recordar de losas grises y pétreas paredes. Y aquellas largas charlas recapacitando del misterio de estrellar huevos en las paredes de los leves desencuentros, mientras tu corpulento y risueño cuerpo se balanceaba ante la frágil fortaleza de ella. Todo empezó a atenuarse en las esporádicas visitas a la plaza de Santa Ana para retratar nuestras estatuas con las del poeta. Me pregunto avergonzado cómo es posible que olvidara al hombre del clarinete, del que escribiste los mejores registros que llegaran al alma. La riqueza en matices de sus timbres -sin que me diera cabal cuenta de sus raíces- me enseñó a soñar con voz versátil cómo interpretar un pasaje de Mozart. Pero nada importa: intentaré reencontrar el tronco de la amistad para que en mi corazón no envejezcan los sauces. A José Antonio . |