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La Trucha en dos mil once |
Escrito por Salvador |
Miércoles, 14 de Septiembre de 2011 18:31 |
Qué placer el despertar del jilguero, después de que la noche se escapara en la busca del alba y su lucero. Me saluda el rumor del río en sus meandros -de álamos y llorones escondido-, misterio que baja del Quiebrajano. Desnudo en los entresijos del alma, respiro el aroma que de ella sale por la alegría que todo mi ser baña. Mis perplejos pasos perdidos andan, en la busca de la suave presencia y de la melodía de las gargantas. Mil caricias veraniegas nos regalas: las aguas que se mecen a la sombra de cipreses abrazados en reata. Los niños supieron con algarabías que vienen los vientos, se va la lluvia, y llegará inexorable la alegría. Y las mozas se preñaron de soles y los hombres cuajaron recios trigos que cosecharon en radiante prole. Qué más dan vanos y pequeños roces si el recio rompeolas de tus gaviones detiene el aluvión de los rencores. La noche vuelve perezosa, vana, en el olvido eterno, mientras lloro las hojas de mi desnudez liviana A los que se fueron triste recuerdo -sin desertar cobarde las nostalgias- y en tus setos paliar la ausencia espero. Ya sólo soy un fantasma sin apenas brújula, sombra del fugaz verano, llorosos los ojos, la boca seca. Pero, tú, amigo truchero: Mira la inmensidad de tus adentros, reza a la Virgen truchera y haz lo que la primavera hizo con los almendros
AGOSTO 2011 LA TRUCHA (Jaén)
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