Sería feliz si yo supiera descubrirme en el cantueso

y libar en sus flores lilas como una humilde abeja.

Qué más da como te llamen: lavándula, tomillo o romero

si tu olor fuerte y agradable lava mis llagas viejas.

Flor de mi Gaucín, tan sencilla como las azucenas,

las hortensias o las flores campestres de tus laderas,

mientras en las altas montañas los pájaros me miran

compadecidos de mis sueños enterrados en sal y mirra.

Iría llenando  quedamente los vacíos de mis indiferencias

y las oquedades que se abren en las piedras de tu río.

Poco a poco se colmarían los abismos de belleza y de dolores

hasta parecerse, en el eco de los árboles, a la vida mía.

En estas tierras tan preñadas de encinas y castaños,

en donde el algarrobo matiza de rojos y azules los verdes años,

es posible que tus ojos se parezcan a los del niño asustado:

canto lúgubre y oscuro del chuzo en la higuera recostado.

No me acobardo y subo y bajo por las montañas de tus frutales

con el triste lagarto que espera bañarse en el  regazo amarillo

del borde del camino, a la sombra de  ciruelos y aguacates,

sin temor a los humos del horno de cal, apagado de sus brillos.

Porque veo nacer de nuevo a niños con sus ojos arrasados de esperanzas,

lavar a preñadas mujeres -en las fuentes y manantiales inagotables-

sus vestidos de organdí abodocados y sus blancas sábanas de lágrimas

que ondean en los mástiles labrados de recuerdos, realidades y añoranzas.

Ya las rocas no se adormecen en sus grises existencias.

Ya los musgos limpian y abrazan las piedras y las conciencias.

Ya no lloras de nostalgias contemplando los mares desde lo alto.

Y me alegro, mientras amarillean los jérguenes a los pies del Hacho.

Podemos contemplar la flora contenida en el libro de Francisco Benítez Márquez "GAUCÍN EN FLOR" en el siguiente enlace

https://picasaweb.google.com/salvadormartindm/CANTUESO