Si, déjame junto a ti, en la levedad de mis mimbres

y la mirada extraviada de rabias ancestrales.

Como si no hubiera existido nunca ni fuese escrito jamás por una pluma,

así aparecía el recuerdo que me laceraba de espesas serpientes.

Quise espantarlo como a una mosca terca que zumba y se enrosca

en el  caz que fluye sin mirar atrás y siempre huye hacia tu frente,

mientras en el camino quedan las hojas.

Ante la imposibilidad de borrar el silencio que te grita sin fin en la orilla,

una ola se aparea cadenciosa en la otra para dejar el fruto de una espuma

y la sangre asciende en ligero espasmo hacia la luna sin llegar a las sienes.

Son apenas deseos e impotencias que no vienen,

palabras  dichas sin musitar acaso,

Es hora de olvidar las viejas rimas y de encorsetar el alma en armonías.

Déjame buscar el asombro de tus días, las extrañas voces de tus pálpitos

y correr tras de ti sin rumbos fijos, como si nada hubiera de pasar, sin ríos

ni pétalos de rosas, aspirando el aire que no existe, el fuego apagado de tus ojos,

como si todo estuviera por venir.

Si, déjame junto a ti, en la levedad de mis mimbres

y la mirada extraviada de rabias ancestrales.