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Mirando adelante con alegría PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Viernes, 09 de Febrero de 2007 23:44
Ahora que no tengo el morbo añadido del fin de semana, me resisto a no disfrutar del descanso semanal, que parece vedado a los jubilados, y por eso procuro levantarme en sus mañanas con un espíritu redoblado de vitalidad hasta que… me topo con la realidad, que rezuma crispación y en la que las palabras gruesas y las posturas irreconciliables, son las únicas audibles y perceptibles. Y me pregunto, ¿no es posible otro horizonte?

La novedad es que últimamente las batallitas se libran en la calle y, aunque esta modalidad viene de lejos, parece que, tras el atentado de la T-4, el termómetro de adhesiones políticas hay que buscarlo a base de recuentos de asistentes callejeros y de pulsarlo en eslóganes y pancartas cada vez más impresentables… si no nos encontramos con variantes aún peores como la de hace pocos días, en el fuego cruzado entre los que plebiscitaban al lehendakari y el poder judicial que, al sentirse coaccionado, respondió con un ataque sin piedad, eso sí, en un comunicado obtenido por unanimidad, lo que no había sido posible ante actos de más trascendencia. Pero este último domingo, se han batido todos los récord de enfrentamiento con tres manifestaciones significativas (amen de otras de andar por casa). La de Madrid, con una triple finalidad: “Por la libertad. Derrotemos juntos a ETA. No a la negociación”, la última ya reveladora de por sí, al oponerse radicalmente a la política del presidente del Gobierno, contra quien, por cierto, se vertieron insultos directos. Y las otras dos en Bilbao, una del entorno abertzale, sin sorpresas, pero aderezada a posteriori con la escenificación de la captura-entrega de la kale borroka; y la otra, con la paradoja de una convocatoria episcopal con miles de asistentes silenciosos, sin pancartas y sin PP, pero con el resto de partidos vascos, y el lema “Muévete por la paz” (¿dónde estaba la Conferencia Episcopal, cuyo órgano oficial ni tan siquiera hizo mención a la convocatoria de su Presidente?) Y todavía nos restará la contrarréplica descalificadora de la otra parte, con el aditamento de la guerra de los himnos. Y lo que vendrá... porque, para todos, todos mienten y todos dividen. Si ello es así, y así será, es que estamos en un mundo de locos y mentirosos. Entonces, ¿por qué no los encerramos a todos y les tapamos las bocas? Que nos gobiernen otros que tengan palabras nuevas y equilibradas, los ojos abiertos a lo que sucede en su alrededor y actúen consecuentemente; ¿habrá que buscar soluciones como las del periodista francés o las del alcalde de Medellín? Lo peor es que nos resbala la actitud de Blázquez, que es el único que convoca a la unidad y pide y da perdón. De todas formas, en donde sólo caben el odio y el enfrentamiento, las batallas y las guerras de las manifestaciones callejeras, de los medios y… de las conciencias; en este ambiente, en que nada es integrador, me resisto a la desesperanza y, aunque no sea posible moverse entre miradas más limpias, hay que decir algo, aunque no puedas ni levantar el vaso de mil tristezas y, con César Vallejo, “suplicar a no se quien perdón”. Todo, menos caer en la desazón porque —también lo cantaba el poeta árabe Khayyam— “Alégrate pues no sabes donde vas… Tal vez no hay noche, sino un párpado de día”.