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Una giennese universal PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Viernes, 26 de Enero de 2007 23:46

Después de los últimos artículos, en los que he intentado encender unos breves rescoldos de sosiego frente a la refriega; de dialogo contra el insulto permanente; de paz sin reproches mutuos, que es el caldo de cultivo del enemigo común; incluso de hablar de la necesaria esperanza, es lo cierto que todos estaban llenos de tristes presagios, que, a la postre, se han cumplido. Por ello, os prometo no cansar vuestra atención con temas tan serios y comprometidos, que es posible que ni tan siquiera interesen a la mayoría de los lectores. Quizá lo que inquieta a la gente es saber en que va a distraerse el próximo sábado, o mejor, el jueves-noche porque ya la diversión se ha anticipado a  nuestros gustos de ludópata empedernidos; puede que también quiera saber cómo ha terminado el duelo Madrid-Barsa y esté loca por comprarse en las rebajas la ropa que no necesita pero que ya pagará dentro de tres meses.

Incluso, hay datos para pensar que es posible que al común de los mortales no le importen los tremebundos temas que a diario los media manejan y con lo que nos bombardean y que, posiblemente, solo responda a intereses espurios de unos políticos/empresarios/mediadores que solo buscan el escándalo, el notición, los grandes temas (ya sea la pretendida independencia de criterios, ya el periodismo o sucedáneo de investigación, ora se trate del tema de la globalización, ora el desarrollo sostenible, el medio ambiente o cualesquiera temas grandilocuentes) que les sirva, no sólo para mantener la tirada de los grandes rotativos o las audiencias de las tertulias sinfín, sino las ganancias desbordadas de entidades bancarias o de unas cuantas multinacionales que nos gobiernan. Lo que verdaderamente preocupa es la plétora de sucesos en que se han convertido los telediarios, el chisme de la tonadillera de turno, el show tomatero, el nuevo pelotazo de cada día, esto es, la carnaza que nos escupen sin escrúpulo alguno desde los distintos medios de comunicación, única comida que digerimos a diario y nuestra bobalicona rebeldía siempre se queda en eso: si acaso, en el falso lamento. Entretanto, los pobres de este mundo cada vez son más, la miseria nunca se erradica pese a que bastaría una irrisoria cantidad del gasto en armamentos para hacerla desaparecer, Y. mientras, las bolsas de todo el mundo cada vez suben más sus índices de ganancias, las de los poderosos cada vez se distancian más de nuestros salarios y pensiones. Entonces, ¿qué hago yo intentado convenceros de las bondades del dialogo, de la paz, de la comprensión, de la esperanza?

La contestación, la he encontrado cuando la semana pasada, en que no me tocaba escribir en este Periódico, he dado testimonio -en una tribuna tan importante para esta sociedad civil como la del IEG- de la vida ejemplar de una giennense universal: Josefa Segovia. Ella, con su aparente fragilidad de mujer, y sin ser poseedora de todas las certezas, dio respuesta a los interrogantes de un mundo lleno de incertidumbres con decisión, a la vez que con su actitud de compromiso, de dialogo, de presencia transformadora desde el interior de las estructuras, supo enhebrar con firmeza el discurso del laico en el mundo de hoy.

Quizá sea éste un referente para nuestra propia biografía.