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Concesiones políticas, con perdón |
Escrito por administrador |
Viernes, 29 de Diciembre de 2006 23:51 |
Voy a volver al tema del llamado proceso de paz. Independientemente de ser cuestión que está en la calle, es un asunto que me preocupa seriamente, desde los aspectos jurídico y político, en los que me considero concernido, pues hace más de cincuenta años que me muevo en parámetros jurídicos y desde siempre me ha interesado lo que pertenece a la polis. Por lo que no puedo, ni quiero, ser un hombre apolítico, ni vivir de espaldas al derecho. Pues, bien, el proceso de paz, desde un punto de vista jurídico, no puede tener más solución que la que se mueva dentro del marco constitucional, lo que quiere decir que, a mi juicio, no cabe hablar del tema de Navarra, al margen de la previsión constitucional, ni hacer concesiones extra legales, como sería desconocer la Ley de Partidos; al menos, mientras no se derogue esta ley, aunque algunos piden llegar más lejos, pues últimamente se habla de no permitir que Batasuna concurra a las elecciones, mientras no se disuelva ETA.. Por ello, lo único que cabe es examinar el problema desde una perspectiva política, como arte de hacer posible lo que es deseable para el bien común. Si lo que nos interesa es terminar con un mundo de terror, el camino a recorrer sería el más flexible de la política. Ello implica, de entrada, que han de contemplarse aspectos que, sin contradecir la ley ni la Constitución, se puedan ofrecer como contrapartidas. Por ejemplo, el acercamiento de presos mediante una nueva visión de política penitenciaria, el tema de los indultos, la mesa de partidos legales que no excluyan las decisiones de las Cámaras representativas de la voluntad popular. Evidentemente, lo que no es de recibo es rechazar, de entrada, las concesiones que he citado como políticas, u otras posibles, y manejarlas en sentido peyorativo, como si hacerlas convirtiera a los dialogantes en traidores a la patria, olvidadizos o irrespetuosos con las victimas. Reducir el proceso de paz a la renuncia voluntaria de los etarras a la violencia y su rendición con armas y bagajes, sin más, es una propuesta ilusoria. Por otro lado, estaríamos discutiendo el sexo de los Ángeles, si insistiésemos monótonamente en si hay o no reuniones oficiales u oficiosas, si se dialoga o se negocia, si se cometen errores o no, en una continua refriega lejos del “sosiego” al que ha aludido el Rey en su Mensaje; sin que proceda tampoco, echar la culpa de este continuo desencuentro al contrario, cuando tan necesaria es la unión de todos frente al enemigo común. Este “deber” de unirse al que ha apelado el jefe del Estado, aunque algunos malabaristas echen de menos en sus palabras el supuesto apoyo regio al “dialogo con generosidad” que se dio a la negociación de 1998. Si lo que pretendemos, desde la legalidad, es un proceso de paz, negociémosla políticamente. Como siempre se ha negociado una paz, como siempre se ha hecho cuando se ha pretendido poner fin a una situación insostenible. Es, pues y siempre a mi juicio, necesario dialogar, negociar, conceder, ser generosos, pues si antes era pausible esta actitud magnánima, también lo será ahora. Y, a partir de una tercera perspectiva -en la que me encuentro desde que mis padres me bautizaron- si se hace preciso perdonar, perdonemos, por favor. Es lo propio de estas fechas. Y, de siempre |