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Perdonen que hable de paz PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Viernes, 01 de Diciembre de 2006 15:03
Parece cosa del diablo, pero es lo que hay: Da la sensación de que, en este momento, hablar de paz es poco menos que pecado. Mencionar la palabra paz, intentar introducir el dialogo, es bastante para poner las orejas de punta al interlocutor, ver, en sus ojos, una expresión de duda, extrañeza, rechazo o desprecio.

Y, sin embargo, ¿hay algo más noble, más limpio, más acogedor, que intentar el dialogo y, si es posible, la paz entre discrepantes, enfrentados, contrarios, adversarios, enemigos? Estamos llegando al momento álgido, entre otras cosas, porque parece que se vislumbra el fin del llamado proceso de paz (por supuesto, con un final desgraciado) y me pregunto si —aparte de a la propia ETA, que está haciendo todo lo posible por romper la tregua— este final beneficiará a alguien. Y, cuando llegue ese día, ¿qué hacer? Lo lógico sería, no ya retomar las armas que sólo son de ellos, pero sí resucitar, en el sentido más puro y duro, el Pacto por las Libertades, la Ley de Partidos y esgrimir las normas jurídicas mas restrictivas que nos llevarían —denlo por seguro— a la desaparición de los etarras y sus secuaces, a encarcelar a Otegui y compañía y a los miles de simpatizantes del pensamiento vasco independentista, a cerrar las iskatolas y las euscotabernas o como se llamen, y a volver al paraíso que disfrutábamos… ¿Cuándo? ¿Con Aznar, con González, con Suárez, con Franco?

Después de declarar, solemnemente, que el proceso de paz se da por concluido, supongo que el señor Zapatero se irá avergonzado a su casa y todos los fiscales, jueces y demás pesebreros de su calaña (por utilizar una expresión benévola de las que utilizan los medios de comunicación al uso), deberán esperar a que las balas de la banda destrocen sus ya descerebradas cabezas. Por su parte, el señor Rajoy y sus seguidores, descansarán de la pesadilla que han sufrido estos meses y comenzarán una vida tranquila y en idílica compañía de jueces y fiscales de los buenos y de periodistas y seguidores patriotas, mientras las víctimas seguirán descansando en paz (éstas sí) y sus familiares y adeptos a las fervorosas manifestaciones, verán respetados sus derechos y lavado su honor. Podrán argüirme que esta es una solución maniquea y que no necesariamente deberían suceder las cosas así. También lo sería el que los populares apoyen al Presidente, o que éste siga a Rajoy. Entonces, díganme ustedes que ha de hacerse, aparte de hablar de traidores a la patria y a las víctimas, de vislumbrar la desmembración de España y de pasar por vendidos y entregados en manos de los etarras, como no sea esperar en un ejercicio verdaderamente pueril a que ETA y sus secuaces pidan perdón a las víctimas, arrojen las armas por ventanas y balcones y se arrodillen ante las cárceles mientras que sus familiares y amigos cumplen íntegramente las penas, sin ampararse en leyes franquistas. Por favor, déjenme que sueñe y vislumbre una España en paz, después de dialogar, sí, con los etarras que acepten las leyes democráticas, para, con posterioridad, volver a dialogar hasta conseguir un país, en el que quepamos todos, sin exclusión: Todos los que creemos que es posible la paz. Es más, todos los que pensamos que la paz es necesaria, porque, amigos, nada puede llenar más que decir: “La paz sea con vosotros”.

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