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El desprestigio de las instituciones PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Viernes, 29 de Septiembre de 2006 17:13

A veces, soy un hombre de ideas fijas y es difícil bajarme del burro. El último articulo lo dediqué a defender a los políticos por la vía de echarle la culpa a los ciudadanos y éste de hoy, lo voy a  dedicar a lo mismo, pero al revés.

Previamente, tengo que agradecer y poner de relieve la exquisita manera que tiene mi amigo Juanma Camacho de discrepar de mi opinión,  sin por ello tener que descalificar lo que yo mantenía en mi referido artículo. Así da gusto mantener un debate. Pero, ni era entonces mi propósito, ni lo  es ahora,  abrir un foro de discusión limpieza/basura  Lo que me preocupaba, y me preocupa, es que la mayoría de las veces generalizamos y hacemos una lectura maniquea de lo que ponemos en nuestro punto de mira. La facilidad que tenemos para anatemizar conductas.

Y, especialmente, si se trata de las instituciones. No sé lo que nos pasa, pero la realidad es que, hoy, lo que viste es hablar mal de lo que nos rodea, sobre todo de las instituciones. Sencillamente, nos hemos acostumbrado a hablar mal de todos y de todo. No hay institución política  (desde el Rey, las Cortes o el Gobierno, pasando por las  Comunidades Autónomas, hasta las Diputaciones y los Ayuntamientos) que escape a nuestras afiladas lenguas y siempre hay un comentario mordaz hacía las personas que las representan, sin que seamos capaces, no ya de salir en defensa de sus actividades, sino  de decir algo agradable de ellas.

Para qué voy a hablar de los partidos políticos o de los sindicatos y asociaciones empresariales, si nadie piensa que sirvan para otra cosa que para medrar a costa de los demás, cuando debería parecer correcto pensar que el trabajo de los afiliados a dichas instituciones –reconocidas constitucionalmente como instrumentos fundamentales y, no en cualquier lugar, sino en el mismo Titulo Preliminar de la Carta Magna- debe servir para algo más positivo. No es que este partido/sindicato,  o los contrarios,  lo hagan mal, es que todos son unos inútiles, no  solucionan nada y sólo sirven para beneficiarse personalmente. Claro es que  la clase política que sale en los medios de comunicación (la de Marbella y compañía)  parece que no nos da otra opción. Pero, la verdad es que la opción política (o la sindical) es una de las más nobles que hay; y, no es menos verdad, que la gran mayoría de los que a ella se dedican son dignísimas personas, con un trabajo digno y loable. Pero, nadie pregona las excelencias de todos los políticos, lo que, dicho sea en honor de la verdad, tampoco sería correcto. Entonces ¿Por qué no nos indignamos cuando se dice lo contrario, que todos los políticos son una lacra?

Y qué decir de otras respetables instituciones como el ejército, las iglesias, la judicatura… Nadie escapa de la maledicencia, ni al ridículo. Y, al final las apostillas: ¡A donde vamos a llegar!, ¡Esto no tiene remedio!... el catastrofismo, generado por nosotros mismos.
 
¡Que pena! : Ya no hay elegancia ni juego limpio, se han perdido las formas, el respeto a las opiniones y a los juicios del otro. Ni una mirada limpia. Solo interesa el descrédito de las instituciones. Y, lo que es peor: la que sale más perjudicada es la principal de todas las instituciones: la Ciudadanía.