El nuevo curso se va a iniciar de inmediato y sería bueno preguntarse por lo que nos ocupa y preocupa. Estamos en momentos de reajustes, es posible. Atravesamos una crisis profunda, no hay que dudarlo. Pero ello mismo nos incita a salir de ella, subir de nuevo a la cresta de la ola. Lo que pasa es que no sabemos, ni tan siquiera, de que ocuparnos.

Antiguamente, a la mayoría – dejando fuera a los todopoderoso políticos y eclesiales del momento y a los ricos por herencia o estraperlo- lo que nos interesaba era ocuparnos de la propia y simple supervivencia y nos quedaba poco tiempo para preocuparnos de otras cuestionas. Las políticas eran privativas de los elegidos y  nos   venían dadas, como las dogmáticas consignas del catolicismo imperante. Diversiones eran pocas y de utilización esporádica, como los toros o el fútbol, y las diarias –aparte de las que afectaban a las mujeres, dominadas por las tareas propias de sus sexo o labores, como figuraba incluso en los padrones y documentos oficiales-  se las repartían los hombres en los sombríos cafés con los juegos de cartas o dominó o en los tugurios desahogando la carne. Evidentemente, eran otros tiempos.

Hoy día, ocupamos el tiempo, a tenor de nuestras circunstancias. Un buen porcentaje de la población es laboralmente inactiva, y está compuesto por la niñez y la juventud, enfrascadas generalmente en su formación educativa, y por la llamada tercera edad, un mundo de jubilados, sin ocupación aparente. El resto del personal, la población activa más el veintitantos de los oficialmente parados, dedica la mayoría de su espacio vital a la actividad profesional o a su búsqueda o camuflaje en la económica sumergida, y le quedan pequeños resquicios para el esparcimiento o para actividades culturales o físicas deportivas que mejore su estado.

Dando un paso más, sea cual sea nuestra ocupación, los motivos de nuestra preocupación no son fáciles de precisar. Si nos atenemos a los espacios que dedican los  medios de comunicación, una primera aproximación sobre lo que nos preocupa, nos llevaría al fútbol y, en menor proporción el resto de los deportes, a la vista de que el mayor numero de ejemplares de periódicos lo acaparan el Marca, el As y los deportivos catalanes, con independencia de las secciones deportivas de todos los periódicos, en especial, los  de provincias. En segundo lugar, me parece que -incluso  a nivel internacional- es la información y la opinión políticas las que priman, con los medios de comunicación claramente alineados, por lo que es preciso estar alerta para no tragar gato por liebre. Sin olvidar las secciones de sociedad y todo el elenco de la llamada prensa rosa. O que sonroja, que es igual.

La verdad, en todo caso, es que ya nada nos ocupa ni preocupa, más allá del simple comentario. Estoy seguro de que si hoy perdemos en baloncesto, o incluso si ganamos el mundial,  sólo se comentará el evento dos o tres días. ¡Igual que nos pasó con los goles de Zarra o Marcelino! Y qué contar de un señor que pasa de edil a Alcalde de Barcelona, o de éste que lo ascienden a Ministro, o del Ministro que esta dispuesto a presidir su Comunidad… qué más nos da, si aquí ni tan siquiera dimite nadie.