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Escrito por administrador   
Viernes, 26 de Mayo de 2006 17:37

De modo y manera que la mujer del panadero es la panadera” era un dicho, un modo de conclusión sesuda, que un tío mío utilizaba cuando jugaba al dominó y veía clara la ficha que debía poner sobre la mesa, después de sopesar todas las posibilidades y, más que nada, de adivinar las fichas del contrario. Lo malo es que, en muchas ocasiones, no acertaba. Esto es lo que debieron pensar diversos ámbitos de los familiares de las víctimas —ante las declaraciones de Monseñor Blázquez que abogó por el perdón para cerrar las heridas que ha dejado el terrorismo de ETA— para decidirse a poner sobre el mármol de la mesa esta ficha/frase del presidente del Foro Ermua, Mikel Buesa, que pidió la destitución del obispo, porque estas declaraciones “le descalifican totalmente para ejercer como pastor de almas". Y, a la siguiente jugada, poner el seis doble de “porque esto no es lo que piensa el catolicismo español”. Y el señor Alcaraz, recién elegido presidente de la AVT por 601 votos a favor, 42 en contra y nueve abstenciones, dio el cerrojazo a la partida, manifestando su férreo rechazo a cualquier negociación con ETA. Y, a renglón seguido, se vino a nuestro Jaén a recibir la Medalla de Oro de la Ciudad que le había concedido nuestro Ayuntamiento. Y ha de esperarse que siga el juego de las fichas (declaraciones) encadenadas, como hemos tenido ocasión de comprobar en estos últimos días.

Pues, bien. La mujer del panadero sigue siendo la panadera. Pero, ni el señor Alcaraz representa a más de los 3.000 socios o familiares de víctimas de ETA, lo que, con ser respetable, es así de representativo, ni el señor Alcaraz (aunque no desaproveche oportunidad para la crítica abierta de la política antiterrorista del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, para demandar la reapertura de la comisión parlamentaria de investigación del 11-M o para descalificar al alto comisionado para la atención a las víctimas) debe considerarse con autoridad para dirigir la política antiterrorista de España que, de momento, compete —es un suponer— al Gobierno salido de las urnas en unas Elecciones Generales. Lo que, afortunadamente, se repite cada cuatro años, con posibilidad de alternancia. Bien es verdad que tampoco el presidente de la Conferencia Episcopal Española puede dirigir nuestra política en materia de terrorismo. Pero, en el plano ético, sí que puede alentar a los católicos a que practiquen el mandamiento del perdón. La Iglesia está trabajando en ello: “Comprendo, explicó Blázquez, que socialmente no se puede imponer el perdón, pero hay quien ya ha perdonado. El señor murió perdonando. El perdón es una categoría cristiana…, y deseamos que se pida perdón, que se ofrezca y se reciba, para que se pueda llegar a una reconciliación más amplia y profunda en la sociedad". Aunque parezca un desatino, yo me sumo a estos deseos, aunque sean del obispo vasco, que, por lo demás, coincide con los del Papa, en su llamamiento a todos los españoles para que "intensifiquen sus esfuerzos por consolidar los horizontes de paz que parecen abrirse en el País Vasco y en toda España".