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De las civilizaciones y otras menundencias PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 08 de Agosto de 2005 19:31

Nosotros, los que hemos convivido entre civilizaciones, desde los albores de la historia -tartesios e iberos, griegos y fenicios, púnicos y romanos- y, penúltimamente, asentados durante ocho siglos en la sabiduría oriental y en el arte islámico, hasta que la unidad territorial y espiritual rompió ficticiamente las fronteras…
Nosotros, digo, que, por ello, hemos sido siempre tierras y hombres de frontera, sabemos –o, deberíamos saber- de encuentros y desencuentros, de la filosofía de la convivencia que se prolonga, pese a las confrontaciones y quizá por su continuidad, en etapas de concordias, condescendencia o acoplamiento social entre pueblos.
Nosotros, los andaluces, que sabemos de la prosperidad de Córdoba y de la decadencia de Taifas, siempre en zona de frontera con el reino de Castilla, que conocemos, por ello, lo que es adaptarse al terreno, con la tradicional capacidad oriental para asumir, en cualquier caso, lo que se nos brinda en el presente.
Por eso mismo, cuando se formula una propuesta de encuentro entre civilizaciones, más o menos imaginativa o ilusionante, que halla acogida en el mismo foro de las Naciones Unidas, nos debe resultar, cuando menos chocante, que se la tilde entre nosotros mismos de ilusoria.

Y, no solo eso, sino que por doquier se intenta involucrar esta propuesta con el terrorismo que acaba de empezar , fenómeno que ha superado el localismo del IRA, de ETA o de Baasds Mainnhof, para ser lacra de nuestros días a escala mundial. Y se pretende imputarlo todo a uno de los dos mundos en perpetua simbiosis (oriente y occidente), y, más concretamente, culpar de todos los males a una de las civilizaciones de ese mundo oriental y distinto a lo que hoy es el nuestro, aquella que representa una manera de concebir el mundo de forma peculiar, la islámica. Demencial ha sido adjetivada, lo que, al parecer, merece una nueva cruzada contra el Mal, a la par que se ponen en marcha novedosas ideas para nuestra seguridad .

Con un maniqueísmo que asusta.

Y en medio de esta confusión, me encuentro aturdido y me pregunto si el paradigma es una sociedad, la nuestra, que se apoya en la Ley Patriótica o que presume de estoica flema y la utiliza para abatir a tiro limpio y sin preguntas a un joven desconocido pero de tez morena, en aras de una seguridad que -y esto desequilibra por completo mi concepto de justicia- encuentra acomodo en las supremas instancias judiciales. Y sigo desconcertado cuando observo una sociedad en la que algunos de sus países pioneros se apartan de los acuerdos de Sengell, no firman el convenio de Kyoto, ni se someten al Tribunal Penal Internacional, mientras que el resto de los que decimos estar orgullosos de esta nuestra civilización, consentimos que se mantenga desde hace cuatro años una cárcel innombrable en un archipiélago desdichado.

En esta tesitura, ¿podríamos, nosotros, intentar tener un talante de aceptación del otro, del que es distinto, como algo positivo en términos paulinos, más allá de la simple y negativa resignación o de la mera y visceral confrontación?

Pero, quizá sea mejor dejar para otro día elucubrar sobre estas y otras menudencias o fruslerías.