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La importancia de las palabras |
Escrito por administrador |
Lunes, 11 de Julio de 2005 19:35 |
Ahora que me falta el tiempo, quisiera decir mi palabra. Jubilado, no es que te sobre el tiempo, es que te falta para todo. Antes, había veces y momentos en los que, incluso, te aburrías; ahora, no doy abasto para atender tantas “obligaciones”. Este es un mundo de contradicciones. Lo mismo que pasa con las palabras. Las usamos para transmitir una cosa y su contraria, para afirmar lo que deseamos y las utilizan los adversarios para expresar lo que nosotros detestamos. Estos días -y ya hace bastante tiempo- los medios nos bombardean con la palabra nación y, por ahora, con la pretensión de incluir el termino en el nuevo Estatuto Catalán. Para unos, es lo lógico y deseable, para otros, supondría nada menos que la desmembración de la nación española. Es una interpretación correcta de la Constitución, es un atentado frontal a nuestra Carta Magna. ¿En que quedamos? Lo malo de todo esto, no es que el uso de nacionalidad/nación mantenga o rompa la unidad de los españoles/catalanes, que reconozca una identidad histórica y cultural o que haga referencia a un conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición comun, expresiones de la RAL que, a mi me lo parece, no difieren gran cosa. Lo malo es, a mi juicio, que el uso de uno u otro termino –nación, nacionalidad- nos divida hasta el extremo. Y de una forma visceral. Incluso, para discernir donde ubicar unos legajos de un Archivo. Lo mismo estoy viendo que sucede con la palabra matrimonio. Es inadecuada, a mi manera de entender, para definir una realidad social, soterrada desde siempre y hoy emergente, incompatible con lo que se ha tenido como soporte de un contrato para la unión entre un hombre y una mujer –si lo contemplamos desde la vertiente civil- Cuando la verdad –por lo menos, desde mi perspectiva- es que la utilización de nación o nacionalidad, el uso indiscriminado del término matrimonio, son meras opciones políticas o sociales, que serán más o menos acertadas o insatisfactorias, pero que seguirán su curso natural hasta que el tiempo les dé o les quite la razón de existir. Para volver a empezar. Y a discutir. Que es una forma civilizada de discernir, de encontrar las diferencias que nos separan. O que nos unen. Y saberlas expresar en palabras para pedir o conceder algo al/del otro interlocutor. Sin que necesariamente tengamos que exponerlas como palabras mágicas, de honor, de rey o de Dios. Simplemente, tomar la palabra para usar la facultad de hablar o de expresarnos. |