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Volver a las andadas PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Domingo, 12 de Abril de 2015 23:02

 

En el glosario de jergas y modismos de Argentina, volver a las andadas es reincidir en un viejo vicio o en una mala costumbre. En estas tierras, el significado es el mismo, para nuestra desgracia: por ejemplo, dijeron que –tras las elecciones andaluzas- se había entendido el mensaje y que la acción política iba a cambiar teniendo por frontispicio la transparencia. Pero, por lo que veo, oigo y leo, hemos vuelto a las andadas. Vamos, para decirlo en coloquial andaluz: estamos como endenantes, como antes más.

Ya casi había olvidado aquellos grandilocuentes vocablos utilizados por nuestros adalides, como los de españolidad, patria y otros sucedáneos encubridores de la impotencia dialogante. Y prototipo de balística descalificadora, utilizada para discernir entre buenos y malos españoles… Nosotros somos la centralidad, la bondad purificadora y, para más señas, los poseedores de las esencias de la España nuestra. Aquella que quiso cantar Cecilia: Mí querida España / esta España nueva / esta España vieja.… Nada de apartarse del mantra de la macro economía, nada de reconocer la aparición del empleo basura tapadera de los índices de paro, nada de rescates enmascarados como salvavidas para banqueros y financieros, ni una sola palabra de auto inculpación…

 

Pues, bien: esta idílica visión es una meta a mantener. No hay motivo alguno para un mea culpa. Y me dirán si alguien puede arrepentirse de esta política económica que hace que la prima de riesgo sea la menor de la historia y que la Bolsa alcance las cotas más altas. Quien puede regocijarse más que los empresarios del IBEX35 de sus beneficios en permanente alza, adobados con esa flexibilidad de despedido que les regaló la reforma laboral y sin que los sindicatos asomen cresta alguna. No me dirán de qué pueden quejarse tantos y tantos nuevos asalariados –y los viejos despedidos- con asignaciones que casi llegan a los quinientos euros!!! Ni me imagino qué pueden temer los felices pensionistas –bien estamos, no vayan a bajarnos algún punto si la reserva se acaba- con su subida de 2/3 euros, aunque tengan que soportar descuentos de hasta 18 euros en el medicamentazo…

 

Es por ello que no es más que un acierto ver como el Sr. Rajoy inicia la campaña para reivindicar el “orgullo de ser del PP”. Se reúne en Madrid con un conciliábulo de 600 próceres silenciosos, a los dos días con los candidatos cabezas de listas y más tarde con la convención para presentar el programa para las municipales, y les alerta contra el auge supuestamente efímero de Ciudadanos, les infunde moral y les alienta a mostrarse como ejemplo patrio de eficacia y bien hacer. El líder promete “cosas de humanos normales” frente al populismo. O frente a "los doctrinarios de nuevo cuño, los que proponen medidas que son ocurrencias mediáticas o diseños imaginarios”. No hay problema: las andaluzas no son extrapolables, en economía es un valor la experiencia (frente a los experimentos de cafetería), no  hacen falta simples foros de debate, ni estamos para enredos (que sólo interesan a 25 indocumentados), “nada de llamamientos a la unidad porque somos un partido unido” (presentes Cospedal y Santamaría, Aguirre y Cienfuegos, Arenas y… sin abrir la boca, sólo aplausos: la pax romana).

 

En el entretanto, el tema de la corrupción parece que sigue en el limbo de la irresponsabilidad. Rajoy afirma que en su partido están "tan escandalizados y abochornados" por los casos de corrupción, como el resto de los españoles, y presume de haber actuado "con más rigor que nadie" a la hora de expulsar a los implicados en el 'caso Bárcenas' o la 'operación Púnica'. Y se queda tan fresco. Es lo mismo que el desparpajo y naturalidad del Sr. Griñán que al salir del Tribunal Supremo en su calidad de “imputado voluntario” –por llamarlo de alguna manera-  ha manifestado que, en el caso de los ERE, “no hubo un gran plan, pero sí un gran fraude”, al tiempo que reconoció que las ayudas incontroladas a empresas fueron “una barbaridad”.

 

Esta es, por un suponer, la transparencia. Más bien, quizá sería preciso ir más allá de los golpes de pecho con falsa compunción y del gozo de liberarse de las imputaciones meramente penales. Eso es lo que han venido haciendo desde hace tiempo. Eso –dicho a lo basto- es “lo mesmo de lo mesmo”. No creo que sea el tiempo de volver a las andadas. Por favor, no se escandalicen, ni se asusten. Simplemente: dimitan. Como mínimo, por vergüenza torera.