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Money PDF Imprimir E-mail
Escrito por Salvador   
Domingo, 14 de Junio de 2015 23:32




Liza Minnelli alcanzó fama en 1972 con Cabaret  y en una de sus canciones, “Money”,  el estribillo era “dinero, dinero, dinero… el dinero hace girar al mundo”. Unos años después, el grupo sueco ABBA tuvo un éxito arrollador con el musical  Mamma Mia! del que formaba parte la canción “Money, Money, Money”, en la que una mujer, harta de trabajar por un poco de dinero, planea encontrar un hombre rico que la mantenga y cumpla todos sus caprichos, porque el “dinero, dinero, dinero / debe ser divertido / en el mundo de los hombres ricos”.


Pues bien: permítanme especular con la posibilidad de ver en esta sociedad a esa mujer pobre y desvalida en busca de su amante adinerado.  Mutatis mutandi, los hombres ricos, los señores del dinero a nivel institucional, serían los bancos. Cerrando el círculo mágico, el Banco de España, el Banco Central Europeo y, en la cúspide, el Internacional Monetary Fund, vamos, el FMI para andar por casa. Son los que manejan el Money y, en definitiva, a los simples ciudadanos -o, por mejor decir, súbditos- en esta economía del más crudo sistema liberal capitalista.


Vengo poniendo de relieve en mis artículos el efecto dañoso de la aplicación de los denostados recortes (puestos en marcha por mandato de estos señores del dinero) sobre el bienestar que habíamos conseguido. A la salida de esta crisis, se está evidenciando una desigualdad social en la que las familias de menor renta son las que soportan más rigurosamente sus perniciosas consecuencias.


Y esta semana –en la que el personal sólo parece entretenerse en el baile de los alcaldes salientes y entrantes, apadrinados por viejos o emergentes partidos políticos, unidos entre dimes y diretes o separados por un quítame allá esas pajas- me ha llamado poderosamente la atención la nueva gracieta del FMI. Aparte de vaticinar con la alegría de siempre que nuestra economía –léase, la suya, la que ellos manejan- crecerá por encima de las previsiones del Gobierno, no tiene recato en recetarnos la medicación oportuna. Por ello,  recomienda –entre otras lindezas- que siga abaratándose el despido. Junto a ello, sugiere también la subida del IVA y el copago sanitario y educativo. Y más aún: como decía Jardiel Poncela, es peligroso asomarse al exterior. Es decir: es  peligrosísimo volver la mirada atrás, tener la tentación de desandar lo andado con las reformas, incluida la laboral. No hay que dar ni un paso atrás, sino volver a la carga, el FMI dixit. El Gobierno no podía esperar menos del oráculo de Delfos.


En todo caso, es lícito preguntarse por cual sea la estrategia del FMI. Pudiera ser que continúen desnortados, siguiendo el sinuoso camino que han tenido sus últimos Directores (Rodrigo Rato, Dominique Strauss-Kahn o la propia Christine Lagarde) todos ellos bajo sospechas judiciales por unos u otros motivos inconfesables. Nos tienen acostumbrados a esas salidas fuera de tono, que para eso pueden permitírselo al ser los dueños del cotarro. Pero tambien es posible que la maniobra sea la de echar una mano al Gobierno español, al borde del precipicio después de los últimos resultados electorales. Me inclino por esta segunda hipótesis, a la vista de la rápida salida al paso del Sr. Guindos, poniendo en entredicho al FMI y diciendo que el Gobierno tiene su propia hoja de ruta.


¡Faltaría más! Por favor: nada de nuevos recortes, nada de abaratar el despido, nada de subida de impuestos… Por lo menos, hasta después de la elecciones generales. Son astucias de largo alcance, que no están para ser entendidas por el currante de turno. Que bastante tiene con mirar y callar, como la ratita del cuento. Más recientemente, nuestro (¿?) Banco de España (cuyo Gobernador no respeta para él la moderación salarial) reclama una nueva reforma laboral, subidas de impuestos para recaudar más por IVA y gravámenes especiales. Lo que -¡oh venturosa oportunidad!-  permite a la Vicepresidenta alardear de independencia ante los tentáculos del capital más embravecido.


De cualquier manera, la cuestión tendría un pase, si no fuera porque todos estos enredos poco claros para conseguir entretenernos, afectan a los ciudadanos de a pie. Los que mangonean, no tienen por qué preocuparse: bastante tienen con permanecer o acceder a los cargos. Por el contrario, los que nos limitamos a obedecer –ya sabemos que el poder surge de relaciones de mandato y obediencia- parece que estamos llamados a formar parte de un proceso de deshumanización imparable.


Entonces, sólo nos queda estar vigilantes, sin olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Entre ellas, la de “una economía de la exclusión y la inequidad”, sobre la que ya alertó Francisco. Permítanme la insistente referencia: hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. “Estamos en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo” (EG, 55).


Frente al imperio del “money, money, money”, hay que escapar de la globalización de la indiferencia. Debemos ser capaces de compadecernos ante los clamores de los otros,  llorar ante el drama de los demás, porque el problema  -"donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón" (Mt.6, 2l)-  es una responsabilidad que nos incumbe como propia.