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El juego imaginable PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 02 de Junio de 2008 17:43
02.06.2008 -
SALVADOR MARTÍN DE MOLINA
EN esta España nuestra, en permanente reyerta fraticida, ¿Has pensado alguna vez en renunciar a ser tu mismo? Sería un juego apasionante, pero me temo que imposible

El juego imaginable consistiría en que los otros habrían de imponer su voluntad.

Para entrenamiento previo nos serviría -incluso sin nadie que nos contradiga- una pequeña sesión de contención. Me refiero a ejercitarnos en desechar, por ejemplo, esa mala costumbre española de tirar colillas y papeles por los suelos, sobre todo en nuestros bares, que siempre tienen una cenefa de porquería a los pies de sus barras. Sería alucinante. Y que me dicen si no permitiésemos a los perros que hiciesen sus necesidades en las aceras o no tirásemos fuera de sus recipientes las bolsas de basura. Sería, incluso, higiénico y saludable.

Una vez hecho este pequeño adiestramiento, entraríamos de lleno en el fragor del juego. Para ello, no deberíamos olvidar la primera regla a seguir, que es la de dejar que me dobleguen y, precisamente porque a mí no me gusta que me avasallen, debe ser estupendo ver al otro disfrutar imponiendo su voluntad. Sería inenarrable que mi subordinado -aunque ya hace tiempo que estoy jubilado- disfrutase todo un día de su libertad, sin que sintiera mi acoso constante, echándole en cara lo que hace mal. Casi igual de gratificante -y esto es mero paradigma que no se corresponde con la realidad, lo prometo- que ver a la jefa, quiero decir a mi mujer, descansar sin tener que estar todo el día encima de mí, vamos, de mis defectos. !Que descanso, y que disfrute para ellos!

Una vez pasada la fase de calentamiento, el juego se haría más fácil y gratificante. Una finta por aquí, un amago por allá. Así, dejaría de anatematizar al oponente con mis dardos continuos y si éste me insulta, haría oídos sordos. Desistiría de abrumar a mi interlocutor con mis razones y escucharía pacientemente las suyas, encontrando una palabra de comprensión. Es muy difícil penetrar en la línea enemiga, que es tu propio ego. Pero, no importa, hemos de tener más fe que el Alcoyano (o ser como una palmera alicantina, que se dobla sin quebrarse) y lograr, de una vez por todas, el gol de Zarra. Quedaría extenuado, pero, después del merecido descanso que consistiría en no utilizar nunca el claxon del automóvil al tiempo que dejar el paso al que viene por la calle lateral -una nadería-, me enfrascaría de nuevo en el juego imposible. Sería como entrar de lleno en el egoísmo que me envuelve y buscar desesperadamente la puerta contraria para tratar de colarle el gol de mi dependencia. ¿Es tan difícil soportar a los demás! Aunque, a veces, pienso que sería como jugar a un juego maldito, imposible, diabólico. Sospecho que, si yo no existiese, los otros de seguro que serían mejor, por lo que deduzco que lo mejor es no existir. O ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario que es como no jugar a nada. Y si no fuera necesario dejar de existir, a lo mejor lo que habría que hacer es -simplemente- cambiar la manera de comportarme, lo que me eximiría de jugar al juego de lo inexistente
Lo importante es, no ya participar para dejarse perder, sino buscar deliberadamente la derrota. Llenarme de comprensión con los demás, olvidarme de lo que es lacerante para mi estima y buscar, para limarlas, las aristas que derroten mi orgullo. !Que victoria!