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El Papa Negro PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 28 de Enero de 2008 18:04
HA tenido repercusión mediática el nombramiento de Adolfo Nicolás Pachón, de 71 años, como nuevo Papa Negro, Prepósito de la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola. Es interesante saber que es un hombre cultivado en el mundo oriental y de gran preparación intelectual, conocedor de las necesidades de este mundo en expansión y que se plantea afrontar estas realidades. En su carta de saludo el día 10 de enero a la Congregación reunida para su nombramiento, el Papa resaltaba la necesidad de total adhesión a la doctrina en puntos neurálgicos atacados por la cultura secular. Por ello deberá constatarse si es posible que se den las relaciones de concordia necesarias entre ambos 'papados'.

Y ello, no es de fácil definición si verificamos cómo, por un lado, el espíritu del Vaticano II -una ventana abierta al mundo- que Juan XXIII insufló, se va mitigando sin descanso, de espalda a las realidades, y, por el otro, el nuevo Prepósito, dicen que «supone una continuidad en la lucha por la justicia, en la línea progresista de Arrupe» como he leído en estos días. En todo caso, debemos desechar los comentarios un tanto exagerados sobre su condición de 'vetado' por Roma -subtítulo periodístico- por el simple hecho de que la mayoría de los teólogos sancionados por el Vaticano sean jesuitas, entre los que, es obvio, no está él. El que sea capaz de interrogarse del porqué «suscitamos tanta admiración y sean tan pocos los que nos siguen», ya es una ventaja ante el camino a seguir para la renovación que se necesita en el testimonio personal y comunitario.

Como ha dicho Tamayo, la Compañía estaba en sintonía con el Vaticano II en los temas esenciales de la inculturación de la fe sin imposiciones, la lucha por la justicia y el dialogo con el mundo moderno y, en la actualidad, siguen a la vanguardia de la liberación en el tercer mundo y en la elaboración de una teología crítica. Ello supone, a mi juicio, una apertura de mentalidad, más allá de los estereotipos de la iglesia que pudiéramos conocer como occidental, eurocéntrica o, si queremos acotar el término, romana.

Sería indeseable, por ello, buscar un horizonte de desavenencias, cuando es más precisa que nunca la unidad ante los nuevos desafíos, en un mundo 'plurivalente': el de las distintas religiones, culturas, civilizaciones, incluso de la desigualdad generacional. La proyección dialogante debe abarcar a todos, creyente o no creyentes, porque Dios no lo concibo como un ser que sólo se da para un reducido grupo de obediencia concreta. Es preciso comprender que hay más creencias que las mías, he de buscar el reconocimiento del 'otro', del que piensa diferente. Y en esta dirección debería encaminarse la renovación que se espera, dada la necesidad de levantar puentes, fundamentalmente, entre las dos orillas de nuestro tiempo, para abrirse al necesario dialogo de religiones y de culturas, pese a los riesgos que ello pueda comportar para el oficialismo y el miedo a lo desconocido. Sería deseable, por ello, esperar del nuevo Prepósito una vía intermedia entre el repliegue y la revolución, comprometida - como se nos ha dicho- con el dialogo interreligioso, la cultura de la no violencia, el trabajo por la paz, la justicia, el medio ambiente y la superación de las discriminaciones.