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Sin oficio ni beneficio PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 12 de Mayo de 2008 17:51

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12.05.2008 -
SALVADOR MARTÍN DE MOLINA
EN otros tiempos, nuestros padres nos inculcaban el amor al trabajo como vehículo para llegar a ser algo en la vida. Una admonición recurrente era la de que había que esforzarse pues si no, el día de mañana, seríamos unos hombres 'sin oficio ni beneficio'.

Desde que la política se ha profesionalizado, todo político que se precie ha de obtener una congrua -que horrible palabreja- remuneración, y hay regidores de municipios que apenas salen en los mapas, que dedicados al sacrificado cargo edilicio, tienen ya el oficio del que obtienen notables beneficios. Por esta razón, nadie quiere dejar de ejercer esta noble profesión. Y es que lo más difícil para un político, es dejar de serlo. Si hay alguno que se decide a retirarse (o lo retiran), se enfrenta a lo más difícil de su azarosa vida. Llega un día -si no te colocan en una empresa pública o en un puesto relevante de una empresa privada- en que te quedas en la cruda calle y te cambia la vida por completo. Muchos vuelven al anonimato, sin coche ni móvil oficial y sin que nadie les llame para pedirle algo o para hacerle la pelota. Pero, la profesión agudiza el ingenio y siempre hay soluciones a estas indeseables situaciones. Lo estamos viendo en estos tiempos de mudanza, en uno y otro bando. Zaplana deja el oficio y se busca el beneficio en Telefónica, mientras que un consejero de Zapatero (cuyo apellido es nuevo para la mayoría de los mortales) encuentra una canonjía entre la élite de los constructores. La farándula siempre encuentra un resquicio para hacer llevadera la cesantía porque ¿qué hacer sin un oficio y su correspondiente beneficio?

Lo peor es que ello pudiera predicarse también de nuestros ex Presidentes de Gobierno. Sin que podamos decir nada, por desgracia, del primero de los de nuestra reciente historia democrática, del resto de los ex sí que podría escribirse un tratado sustancioso. Solo indicaré que el sr. González, paradigma en su día de la independencia frente al militarismo atlantista -'OTAN, de entrada, no'-, es ahora adalid de la futura Europa -cargo, supongo, remunerado-, mientras que el sr. Aznar, promotor de la estúpida y criminal (si es que no lo fueran todas) guerra de Irak -'puedo prometerles que hay armas de destrucción masiva'-, se ha vinculado abiertamente (y con excelentes beneficios) a los centros del poder económico, que son los verdaderos señores de la guerra. Paradojas de la vida.

Pero, he aquí que se nos muere el segundo de nuestros ex que llevó a cabo el punto final y decisivo de la transición y encauzó definitivamente el problema del militarismo (hizo que los golpistas fueran sometidos a juicio y nombró un ministro civil al frente de los ejércitos) y fue motor, entre otros logros, del abandono de los 'polis-milis', del ingreso en la Alianza Atlántica y de la Ley del Divorcio. Pese a ello, una vez dejó la Presidencia del Gobierno, no se valió de sus innegables méritos, sino que supo prolongar la dignidad de su cargo, sin buscar reivindicar su persona, ni intentar maniobrar para mandar desde la sombra o perpetuar su poder.

Yo diría que se llevó a la oposición los mismos atributos excepcionales que trajo a la política y, a la inversa de las situaciones apuntadas, el sr. Calvo Sotelo ha sido un mirlo blanco, vamos, un hombre que al quedarse sin oficio no buscó el beneficio propio.