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De tertulianos y otros especímenes PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 28 de Abril de 2008 18:04

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LA otra noche estuve viendo el espacio '59 segundos', en TVE, y lo pasé bomba, coloquialmente hablando, no sólo con la intervención de Esperanza Aguirre, sino con la de los periodistas que la entrevistaron y que posteriormente siguieron en animada tertulia televisiva.

Desde luego, la presidenta de la Comunidad de Madrid -y aspirante indecisa, en expresión de su amigo Gallardón- es una persona habilidosa y escurridiza, donde las haya. Se pasó cerca de la hora en que intervino, sin pronunciarse, no ya sobre su alternativa a Rajoy, sino sobre todas y cada una de las cuestiones que le plantearon. Es una especialista en hablar y hablar (y su discurso, mientras lo da, hasta suele resultar convincente) sin disipar dudas ni prodigarse más allá de la ambigüedad deliberada. Es certera, y venenosa, en los dardos que lanza, aunque sea contra su propio presidente. Lo hace con una sonrisa, entre socarrona y estereotipada, que le estrecha los labios, le alarga la boca y le remarca unas arrugas faciales que encierran las comisuras en unos grandes paréntesis, fáciles a la caricatura.

Por su parte, los que inútilmente la interrogaron, me parecieron personajes preparados para el espectáculo cómico-taurino que estaban representando Tanto es así que el aguijoneo del público dio el fruto de una gran concurrencia. Pero los actores no dieron el juego que se preveía de tan exquisitos espadas: los directores de los periódicos ABC, La Razón y Público, el subdirector de El Mundo y los avezados comentaristas I. la Fuente y E. Sopena. Y es que el morlaco que tenían enfrente era un animal político tipo vitorino. Lo malo es que, en la segunda parte del espectáculo se enzarzaron en el tema de la igualdad de sexos y otras zarandajas, sin responder a las cuestiones que la directora del programa les planteaba. Todos se definían como defensores de la igualdad pero ninguno se atrevió a condenar expresamente a la caterva de contertulianos y seudo periodistas que salieron en tromba -de la forma más soez y machista- para atacar el estado de gravidez o la bisoñez de alguna ministra recién nombrada.
Claro es que había que andarse por las ramas porque algunos de los tertulianos eran los propios directores de los periódicos en los que se han vertido tan denigrantes artículos por plumas que colaboran diariamente en dichos medios para regocijo de los que se dicen defensores de la igualdad. Por lo mismo, tampoco entraron en el trasfondo mediático de todo este embrollo para poner y quitar a Esperanza o a Mariano.

Y es aquí, aunque sea reiterativo, a donde quería llegar: cómo es posible que nos movamos al son que nos tocan dos ambiciosos individuos y cómo se mantienen, en las páginas de los periódicos y en las antenas de las radios, personajes que no tienen más argumento que el epíteto descalificador y la apreciación satánica, desvergonzada, huera, insolente, grosera, verdulera. Debe ser, posiblemente, que esta burda manera de escribir vende mucho, pues no hay una pagina de opinión en los diarios, algunos de rancia tradición, sin leer en ellas a uno, o a varios, articulistas que, en su único propósito de desinformar, no tienen otro horizonte que zaherir sin otra razón que la bilis que rezuma su amargura y su propio fracaso.

Así se escribe la historia