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El hombre del saxofón PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 21 de Abril de 2008 18:07

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EN la esquina del antiguo Corte Italiano, algunas mañanas -como esta fría y cortante del mes de abril- se coloca un hombre, melancólico y cetrino, como ausente de todo lo que le rodea, que desgrana tristes melodías y blues. Lo hace con un viejo saxo bañado de oro bajo. Para corear el patrón repetitivo, de raíces africanas y reminiscencias islámicas, se sirve de su trastabillado instrumental de acompañamiento, como un solo más orquesta, y todo parece cercano a una conversación rítmica, que llega amistosa al fondo de mi sentimiento musical, pese a la sencillez de sus notas. Tiene la sonoridad plena, vibrante, de enorme fuerza del primitivo Canto Sagrado de Berlioz. Tanto es así que agradezco que el semáforo se ponga en rojo y empiece a subir hasta los Jardinillos la interminable cola de coches. Pero no puedo seguir disfrutando del espiritual, pues rompe el sonido mañanero la radio de uno de esos coches -a toda pasta, que diría su ocupante- con los decibelios en la cima de la desvergüenza que nos ameniza con el clamoroso triquitraque de la canción de moda.

Este incidente, de inmediato, me hace estremecer, por dos motivos, que supongo que ustedes también compartirán. Uno, el hecho mismo de la manera de estos jóvenes de hacer patente la pequeñez de su cerebro, estos jóvenes que no tienen fuerza alguna de convencimiento y pretenden apabullarnos con sus estruendos, estos jóvenes que no tienen otra pretensión que la de patentizar su inmadurez. Y el otro motivo, las notas que salen por la ventanilla abierta del coche verde chillón: nada menos que las de la canción que ha puesto en pie de guerra a los eurofans y nos representará en Eurovisión, la inefable 'Baila el Chiki-chiki', creación de 'Rodolfo Chiquilikuatre', el colaborador de Andreu Buenafuente avalado publicitariamente por La Sexta, de la que hasta la RTVE organizadora se siente ahora indignada. El significado y la dimensión que esta canción friki aportará al evento eurovisivo oscila entre la opinión de aquellos que creen que va a ser lo más original que se haya visto y oído y resultará un bombazo, hasta la de aquellos a los que les parece un recuerdo de cantilenas tan magníficas como la 'vaca lechera', 'la ramona', o el 'macarena' y que nos llevan a entender Eurovisión como un show de diversión en lugar de un serio concurso en el que la historia nos ha condenado al fracaso.

A mí, particularmente, el tal 'Chiquilikuatre' me parece responder a lo que la RAE entiende por chiquilicuatro: un zascandil, que en sentido coloquial es tanto como hombre despreciable, ligero y enredador y que si lo traemos a colación como algo en desuso, puede asemejarse al hombre astuto, engañador, por lo común estafador. Y, consiguientemente, su engendro musical, algo propio de un mequetrefe de pro.

El coche chirriante se aleja, a Dios gracias. Mientras espero a pie de bordillo, el solecillo se agradece como una caricia en la espalda de mis días y un suspiro de desaliento recibe el verde del semáforo. Cruzo la calle, empiezo desganado a bajar y dejo atrás, cada vez menos audible, el dulce son del saxofón del mendigo con su canción, triste y orante, todavía susceptible de endulzar en su lejanía, como lo hace el murmullo de los ancianos de las Hermanitas de los Pobres.

!Qué remansos de paz en la vorágine callejera!