A UNQUE parezca imposible, a diario suceden cosas que escapan a nuestras entendederas, pero que una y otra vez se nos muestran ante nuestro estupor, sin que a este desbarajuste se escape ningún estamento social.

Por empezar por el más alto, qué me dicen del pordioseo de un «hola, hola, felicidades» al más patrañero de los mandatarios mundiales. También me ha llamado la atención, lo que leí hace unos días sobre Fraga, el que, al parecer, fue designado senador con los votos de socialistas y nacionalistas, pues su partido se había abstenido en la votación.

No puede ser admisible y, sin embargo, lo es, que alcaldes, concejales y demás familia, imputados -o incluso condenados por sentencia no firme- por delitos urbanísticos y demás relacionados con el ejercicio de su cargo, cuando vuelven a presentarse a unas elecciones, sacan más votos que los que tenían. Si las corporaciones bajo sospecha arrasan cada vez que hay unas nuevas elecciones, ¿quiere ello decir que los denunciantes, querellados, perjudicados, fiscales, jueces etc. son tan ineptos que no saben apreciar el bien que hacen estos individuos? ¿O es que nos gusta ser masoquistas? ¿O estamos todos pringaos? ¿Por Dios bendito!, que decía mi madre.

No salgo de mi asombro cuando observo que las sentencias del Tribunal Constitucional dependen más del signo político de sus miembros, que del peso del razonamiento jurídico. Y, paralelamente, este Tribunal y el Consejo Superior del Poder Judicial llevan meses ejerciendo sus funciones, digamos que interinamente, por no decir que de forma irregular, por la sencilla razón de que, el gobierno y la oposición quieren que la balanza de la supuesta justicia se incline a la derecha o a la izquierda, a la par que los sesudos componentes de las asociaciones de magistrados conservadores o progresistas -o mediopensionistas, qué más da- no quieren perder o aspiran a ocupar posiciones de privilegio. Y, para terminar con este noble estamento -el tercer poder- ¿qué me dicen de los jueces de Huelva, los magistrados de Sevilla, funcionarios, fiscales y demás zarabanda, echándose la culpa unos a otros en el caso de la niña Mari Luz, como si estuvieran en el patio de un colegio? Ídem de lo mismo en el caso del grapo absuelto

Y no digamos del resto de los poderes, el cuarto y otros a los que llaman fácticos. Sin tener que referirme al insólito caso -que parece escrito por Agatha Christie- del señor que todas las mañanas insulta y nos insulta, desde la cabecera de una dignísima -se ha de suponer- emisora, llama la atención que nos repitan hasta la saciedad que la economía se va a pique, mientras las grandes fortunas mantienen su ranking en las listas de Forbes un año sí y al siguiente también y, por poner otro ejemplo tonto, los bancos superan en estos días el veinte por ciento de beneficios mientras que el resto de los curritos de a pie no puede pagar, no ya la hipoteca, sino ni tan siquiera los numerosos gastos bancarios que nos cargan.

No merece la pena poner más ejemplos, que ustedes los tendrán a porrillo, pero es triste saber que nos movemos en una sociedad a la que nada, ni lo más impensable, le es ajeno. ¿Han considerado lo que significa este baratillo, en donde los engañabobos hacen su agosto, sin que nos quede más opción que ponernos nosotros mismos en almoneda?