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Las niñas de Rajoy PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 31 de Marzo de 2008 10:19

 

Estos son tiempos de descalificaciones y despropósitos. No concibo cómo un señor presidente de las Cortes, 'in pectore', al que se supone el arquetipo de la exquisitez, la panacea de la ecuanimidad y la máxima expresión de la prudencia, fiel de la balanza, plato equilibrado de la ciega justicia, y todo lo que ustedes quieran, no me lo imagino -permítanme que lo diga con tristeza- dando mamporrazos con el listín de teléfono a los que no piensan como él. Si empieza así, ya me dirán como reaccionará a la menor trifulca parlamentaria y qué instrumento utilizará para arrojarlo a la faz del que lo increpe más o menos solapadamente. Pero si esto es un presagio, no quiero dejar pasar por alto lo que ya es una realidad aberrante. El señor Erkoreka contrarréplica y dice que no se opone al nombramiento del señor Bono, porque, a su juicio, es más conveniente que los cabestros estén dentro del redil.

Qué decepción comprobar que estos son los mimbres con los que vamos a urdir la legislatura que se inicia. Hace unos días releía el libro 'Los oradores de 1869', debido a la exquisita pluma de Francisco Cañamaque Jiménez -reconocido por maestro de los cronistas políticos- y me pregunto qué ha quedado de la poesía de Castelar, el saber de Cánovas o el arte y la elocuencia de Ríos Rosas, Sagasta, Ayala, Echegaray Sin ir tan lejos, aún resuenan las palabras de Fraga, Suárez, González, R. de Miñón , tan alejadas de la zafiedad de nuestros días. Y es que estamos como estábamos. A menor escala, también es significativo cómo mis amigos, algunos, me asaetean normalmente con correos en los que insertan toda clase de mensajes, chistes -la mayoría de ellos, de mal gusto-, habladurías y, si se tercia, murmuraciones sobre actividades sospechosas de casi todos los ministros, interioridades inconfesables sobre los mismos, así como una serie interminable de 'spots', tratando de ridiculizar al presidente del Gobierno, sin ahorrar epítetos ni descalificativos del todo soeces.

Después del último debate televisivo recibí -supongo que alguno de mis lectores también- este mensaje: «Soy la niña de Rajoy. El PSOE ha vuelto a ganar. Mis papás se han ido los dos al paro. Las hipotecas han subido y he perdido el piso de 30 metros. Yo he tenido que dejar los estudios porque las becas se las llevan los emigrantes. Ahora soy puta y en mi casa están encantados porque alguien los mantiene. Si quieres que esto sea solo una pesadilla vota al PP». Festivamente contesté a mi amigo con otra misiva en la que le decía que le cambiaba la niña por otra que dijese: «Soy la niña de Rajoy. El PP ha conseguido ganar. Como ya no hay emigrantes, mi papá es un camarero de primera y mi mamá puede hacerse mamografías cada vez que quiere. Como no pago impuestos ni hipotecas, he podido comprarme un piso de 200 metros, como buen currante. Con las becas que me dan, y al no tener que estudiar lo de la Educación para la Ciudadanía, saco unas notas estupendas. Es una alegría no necesitar ser prostituta para mantener a mis padres».

Quizá no debí contestar aquel correo, pero supongo que, para no dramatizar, una pizca de ironía no viene de más. Y es que, amigos, nuestra convivencia está plagada de aviesas intenciones y de increíble malicia. ¿Seremos capaces de poner un gramo de sensatez en nuestras relaciones?
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