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Escrito por administrador   
Lunes, 24 de Marzo de 2008 10:20

 

A lo que se ve, sigue el laberinto post elecciones. Pese al triunfo, continúa la desazón en los vencedores, sobre todo en los medios de comunicación afines, no sólo agrandando los efectos de la derrota del PP, sino que persistiendo, por ejemplo, en la campaña anticlerical, que utiliza cualquier desliz de la cúpula eclesiástica para el comentario, no solo crítico, sino despreciativo, susceptible de mofa y escarnio público y que, en la pluma de sesudos y obsesos seudos intelectuales, llega al anatema -en curiosa utilización del método que se reprocha- o que se muestra glamorosa en las torpes expresiones de algún avezado tertuliano que cada noche nos obsequia con sus regüeldos de palabras entrecortadas después de una copiosa cena, abundantemente regada.

Congoja que es notoria en el bando perdedor, donde no sólo se insiste en los buenísimos resultados -que, pese a ello, han conducido a la derrota-, sino que está enzarzado en batallas cainítas. Ha sido muy gallega la actitud de Rajoy, que lanzó un quedo adiós amparado en el entrañable y sincero reclinar de hombros de su esposa -lo que le permitió conocer cómo pajean sus adláteres- para rematar la faena con el anuncio de su continuación. Pero, más alla del fuego artero de los propios, a lo que contribuye el renuente martilleo de quien no se resiste a dejar de planear desde la acomodada sombra, me temo el ataque desaforado de los J.L. /P.J. y otros ilustres comunicadores -esos que sólo conocen el descalificativo soez y el epíteto venenoso- a la vista del peligro que un cambio de orientación, supondría para sus consolidados estatus de guías o detentadores de la única verdad.

Quizá extralimite mis expresiones, que nunca quisiera sobrepasaran una razonable crítica. Pero es que, amigos, el ambiente sigue siendo asfixiante, cuando lo lógico, a mi juicio, sería, por ejemplo, que se dejase de marear la perdiz de las asignaturas de religión o de la educación para la ciudadanía, problemas sin entidad para destapar la caja de los truenos. Que se aplaquen las pasiones de las imputaciones no suficientemente probadas o se abandone el enfrentamiento en temas que en los programas electorales no se encuentran. Que desaparezca la sensación de que todos mienten, ya se trate de supuestos ataques a las víctimas o del insostenible statu quo del Poder Judicial o del Tribunal Constitucional. Creo que estamos en un tiempo para limar las aristas que molestan, en los temas citados y tantos otros que han encizañado en los últimos tiempos la convivencia ciudadana. Y, sin perjuicio de defender legítimas posturas, creo que merece la pena intentar (por todos, por los que tanto gustan difundir lo de Gobierno de España, y por los que alardean de dirigirse sólo a los honrados españoles) reencontrar una política común en beneficio general: en cuestiones como el terrorismo (lo que evitaría que se rían de nosotros los asesinos) o la política exterior, sin olvidar la tarea que nos acucia sobre todas, que no es otra que consolidar nuestra economía para poder, no sólo llegar a fin de mes, sino conseguir una adecuada política social.

Pero, para ello, me imagino que será preciso huir del bullicio y de la algarabía política y -aprovechando estos días abiertos a la esperanza- reflexionar serenamente para que sea posible la convivencia.
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