DESPUÉS de las elecciones, habrá que hacer un descanso y volver a la deseable paz, que se inicia cada día, con el tradicional desayuno que ahora ha salido de la intimidad familiar y se desplaza a las cafeterías, en un ritual que nos enfrenta (en superior porcentaje a las mujeres, porque son mayoría las que abarrotan los cafés y similares) al chapata crujiente y alargado o al mollete ovalado y de poca cochura. Para no perder la costumbre, os diré que siento nostalgia del ochío giennense, salado y con azúcar, y no os digo nada de aquellas hogazas de mi Gaucín natal -perdido en las nubes de las últimas estribaciones de la Serranía de Ronda- que, a pesar de su salvado y su destino para jornaleros del campo, saboreábamos en el matinal convite con verdadera fruición. Pero, en la actualidad, hay otras urgencias. Las costumbres se hacen leyes y para el consumo de nuestros hijos y nietos, lo que ahora nos sirven es el botellón, disfrazado de Fiesta de la Primavera. Para recibir el equinoccio, en donde la noche dura lo mismo que la luz, nos ha dicho la responsable municipal que, dadas las campañas de concienciación y gestión de riesgos (alcohol, drogas y sexo), el balance es muy positivo. Esto es lo que hay, que diría un político conservador, y habrá que creérselo.
Pero, amigos, yo me quedo con un acontecimiento, al que, para mi desgracia, no podré asistir, pero que tampoco será de masas. Este martes, se presenta la Carpeta 'No os lo llevéis todavía ', de Juan M. Molina Damiani y José Rodríguez Gabucio, muestra de la pintura poética que guía las almas al otro lado del bien y el mal, de la vida y la muerte. La Carpeta es un grito, un eco de huesos en sufrimiento, siempre dispuesto para atraer el horizonte perdido en la lejanía. El poeta y el pintor, nos hablan del Abuelo, jugando con el verso y el lienzo, en las esquinas de la judería de nuestro viejo cuerpo. Bien venidos sean, como contrapunto a aquellos días de silencios forzados, en los que se desgranaban sermones de siete palabras, como si no nos bastara con la única, que se nos legó para siempre: la que se aproxima al hombre como realidad cercana, con rostro humano y, generosa y asombrosamente, pone su tienda entre nosotros
En correspondencia, podríamos intentar tener un talante más acorde con estos días de pretendido recogimiento y de contenida alegría, mientras retenemos la figura del Abuelo -y el sentido profundo que la misma representa- para desechar, en los compases de su corva imagen, todo lo que portamos de visceral confrontación. Aprovechemos, pues, la ocasión para, en la neblina nocturna de nuestras calles y de nuestras ajadas esperanzas, tener el suficiente coraje, para cantar el desgarrador 'No os lo llevéis todavía ', no como actitud de pasividad o dejadez, sino como una iniciación a la rebeldía. Para suplicar, sencillamente, el pan de cada día, que el de mañana ya habrá tiempo de implorarlo.
Es posible todavía entrever una palabra, dolorosamente oculta, que canta dentro de nosotros y sale a la mañana para ser comunicada. Amor derramado y sin máscaras, saeta de nuestra tierra, alegría escondida en las lágrimas del mundo. Empezaría a pensar que la Primavera ha llegado y que la Palabra habita entre nosotros.
Pero, amigos, yo me quedo con un acontecimiento, al que, para mi desgracia, no podré asistir, pero que tampoco será de masas. Este martes, se presenta la Carpeta 'No os lo llevéis todavía ', de Juan M. Molina Damiani y José Rodríguez Gabucio, muestra de la pintura poética que guía las almas al otro lado del bien y el mal, de la vida y la muerte. La Carpeta es un grito, un eco de huesos en sufrimiento, siempre dispuesto para atraer el horizonte perdido en la lejanía. El poeta y el pintor, nos hablan del Abuelo, jugando con el verso y el lienzo, en las esquinas de la judería de nuestro viejo cuerpo. Bien venidos sean, como contrapunto a aquellos días de silencios forzados, en los que se desgranaban sermones de siete palabras, como si no nos bastara con la única, que se nos legó para siempre: la que se aproxima al hombre como realidad cercana, con rostro humano y, generosa y asombrosamente, pone su tienda entre nosotros
En correspondencia, podríamos intentar tener un talante más acorde con estos días de pretendido recogimiento y de contenida alegría, mientras retenemos la figura del Abuelo -y el sentido profundo que la misma representa- para desechar, en los compases de su corva imagen, todo lo que portamos de visceral confrontación. Aprovechemos, pues, la ocasión para, en la neblina nocturna de nuestras calles y de nuestras ajadas esperanzas, tener el suficiente coraje, para cantar el desgarrador 'No os lo llevéis todavía ', no como actitud de pasividad o dejadez, sino como una iniciación a la rebeldía. Para suplicar, sencillamente, el pan de cada día, que el de mañana ya habrá tiempo de implorarlo.
Es posible todavía entrever una palabra, dolorosamente oculta, que canta dentro de nosotros y sale a la mañana para ser comunicada. Amor derramado y sin máscaras, saeta de nuestra tierra, alegría escondida en las lágrimas del mundo. Empezaría a pensar que la Primavera ha llegado y que la Palabra habita entre nosotros.