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Día de reflexión PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 10 de Marzo de 2008 23:35

 

CUANDO ustedes lean estas vagas disquisiciones, los dados estarán sobre la mesa y ya conocerán el resultado de las elecciones generales y andaluzas. Es una ventaja. Pero mayor es la mía que las escribí el sábado, día de reflexión. Y me aventuré al futuro, sin más orientación que los últimos sondeos que, como es lógico, no eran de fiar. Lo que ahora me interesa (aparte de que, en muchos casos, seguirán mandándonos otros cuatro años los mismos de siempre y, en todo caso, seguirán cobrando del erario público otro nuevo período, y van ) lo que ahora me interesa, repito, es alegrarme con todos nosotros por haber ganado las elecciones, porque me arriesgo a afirmar -sin miedo a equivocarme, salvo hecatombe- que, desde anoche mismo, habrán oído a todos los mandamases de unas y otras formaciones políticas, pregonar con ufanía la victoria de sus huestes. Es un consuelo.

Pero, me voy a aventurar a más. Ante modelos tan dispares que nos harán transitar por caminos bien distintos, sabíamos que era probable que un partido ganara las elecciones, aunque también era cierto que el otro era posible que se alzara con el triunfo. Y así ha sido ¿o no? Quizá haya contribuido a ello la perpetúa campaña de crispación, los fichajes superstar (tipo Pizarro), las promesas de draconianos cambios, incluso la tierna niña de Rajoy. O, quizá, el efecto de la vuelta de Rouco, el prestigio de Solbes o M.T. de la Vega. Quién sabe

En todo caso, era razonablemente probable que unos seguirían en el poder y la mitad de nosotros se ha alegrado de que esta probabilidad se haya confirmado, porque, así, continuaremos avanzando en libertades y progresos sociales y, cómo este es tiempo para creer, confiemos que alguna vez cristalicen los avances prometidos. Aunque la otra mitad ha de continuar soportando improvisaciones, veleidades y proyectos ilusionantes que se esfuman como el humo, así como lamentar, por ejemplo, el triste papel en el exterior de nuestra Nación

También era sensato pensar en la posibilidad de que las elecciones se ganaran desde la oposición, que venía acercándose sondeo tras sondeo. De ahí que la mitad de nosotros se haya regocijado con el triunfo esperado ansiosamente durante cuatro años, porque, así, aparte de mudar de escaños -aunque no de cabezas pensantes-, podremos de una vez por todas -con cabeza y corazón- cambiar los nefastos derroteros que nuestra querida España estaba tomando, en manos tan inexpertas como demoníacas. Pero es lo cierto que, la otra mitad ha de temer la vuelta al pasado, no al lejano, sino al de hace no más de cuatro años, en donde los emigrantes y homosexuales se escondían para no alarmar al personal, el terrorismo se acababa sin más diálogos que los precisos, y

Pero, bueno, ¿para qué continuar desgranando tanta alegría y tan crueles lamentos? Porque, como decía al principio, la verdad es que todos hemos ganado. Y no lo digo como si esta afirmación saliera de boca de ganso -y no quiero señalar-, sino con la sinceridad de no equivocarme (aunque escriba esto en el día de reflexión), porque, de verdad de la buena, por encima del boicot de ETA, hemos participado una vez más en una consulta electoral y hemos ganado todos: los que votaron a favor o en contra, los que lo hicieron en blanco, incluso, los que se abstuvieron de buena fe.
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