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Si yo fuera una víctima PDF Imprimir E-mail
Escrito por administrador   
Lunes, 10 de Diciembre de 2007 16:31

A propósito de una fotografía en la que, en una concentración contra el terrorismo, se ve a unas señoras elegantemente crispadas y vociferantes, profiriendo insultos contra el Gobierno, me pregunto cómo es posible que los políticos utilicen la muerte según les interese y, lo que es peor, cómo los allegados de las victimas se politizan al defenderlas. Conocida la sentencia sobre el 11-M, el Sr. Zapatero mostró su cercanía con las victimas e invitó a trabajar unidos contra el terrorismo; y el Sr. Rajoy, después de apelar por dos veces a la solidaridad con las mismas victimas (¿o eran otras?), nos dijo estar abierto a nuevas líneas de investigación. No obstante, al día siguiente, sus lugartenientes nos asaetearon con renacidos bríos en sus improperios recíprocos. Cuando todo parecía reconducirse, se vuelve a reiterar la teoría conspirativa y contestan los contrarios con un precocinado video. Y que decir de los comunicadores, atacando a la fiscal 'valeyá' y al 'salomónico' juez, amen de otras gracietas y descalificaciones.

Posteriormente, la AVT -máxima entelequia de representación sin el tamiz de las urnas- utilizó la sentencia en diversos actos para atacar una política antiterrorista concreta -pues, a lo que se ve, para eso se asocian- y convocó una nueva manifestación contra el Gobierno, al abrigo de las víctimas, a la que se sumaron unos con gran entusiasmo y otros a remolque. Pero, no lo duden: seguirá la espiral, primero hasta las elecciones de marzo, y, después, hasta que sea necesario.

Y ETA vuelve a matar, esta vez en Francia. Todos parecen unirse de una vez contra el terrorismo. Paradójicamente, sin la AVT ni el Foro de Ermua, los grandes abanderados de las víctimas. Muy bien. Están en su derecho de seguir enzarzados en sus cuitas e impudores. Pero, lo menos que podríamos pedir es que dejaran a las víctimas en paz.

Si yo fuera una victima, exigiría que dejasen ya de buscar -en montes o en nuestros propios volcanes de impotencia- otras verdades de nunca acabar. No quisiera más certezas, de ninguna bandería, ni colgadas de editoriales peseteros e infamantes. Me importaría un bledo quien fuese el autor intelectual de la masacre y sólo me dolerían profundamente mis propias cenizas esparcidas junto a las vías de un tren, que tuve la mala suerte de haber cogido en vísperas electorales. Si yo fuera una víctima, aún en suelo francés, me daría una tristeza infinita que cualquier falso profeta se preocupara por mis heridas con el único fin de manchar con mi sangre la cara del oponente y desearía que la cuestión etarra no se esgrimiera como un triunfo ante una sentencia -racional, pragmática y llena de sentido común- o como una meta de futuro para reintroducirla en la polémica de todos los días. Me gustaría que me dejaran en un segundo plano: preferiría, incluso, la indeferencia del olvido, y no la falsa preocupación interesada que es puro folclore.

Si fuera una víctima -de las de verdad- no podría decir nada, pero, desde lo profundo de mi sepultura, esperaría por los siglos de los siglos a que se enterrasen de verdad tantos despropósitos. Y me dejasen descansar en paz, de una vez por todas.